Desde la aparición de la Ucrania independiente tras la desintegración de la Urss, Occidente adelantó un plan de contraponer a Ucrania contra Rusia, que incluyó momentos como la llamada “revolución naranja” (imposición de un gobierno pro occidental), el Maidan, un golpe de Estado encubierto contra un gobierno con afinidad hacia Rusia, la guerra contra las repúblicas populares del Donbass, y finalmente la idea de convertir a ese país en un puesto de avanzada de la Otan contra Rusia.

Occidente fue invirtiendo muchos recursos en convertir a Ucrania en una anti-Rusia para provocar una guerra contra Rusia, así como una “revolución de color” para derrocar al presidente Putin y hasta desintegrar a Rusia. Se enviaron ríos de recursos financieros y armamentos a Ucrania. Así fue concebida la llamada contraofensiva ucraniana para lograr el sueño imposible de la derrota de Rusia, cuando lo que ocurre en realidad es la victoria de Rusia. La contraofensiva ha sido un fracaso, se ha desperdiciado una gigantesca suma de recursos, las bajas de Ucrania ya son insostenibles, va en aumento la resistencia a otorgar nuevos recursos para Ucrania, mientras tanto a pesar de las innumerables sanciones económicas contra Rusia, la economía de ese país avanza positivamente. Ante la derrota de Ucrania, Occidente luce ahora desconcertado, pareciera que nunca tuvo un plan B, no es capaz aún de adelantar una estrategia de salida sensata y racional. Como muchas veces ocurre los más extremistas y rusófobos no quieren reconocer la realidad y dan patadas de ahogado con propuestas cada vez más descabelladas e irresponsables, por ejemplo, el señor Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha apoyado la postura del ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, quien instó a Occidente a suministrar misiles de largo alcance a Kiev para que pudiera “destruir bases de lanzamiento y centros de mando” en territorio ruso. Cualquier analista serio sabe que la desesperada medida solo traería una mayor destrucción de Ucrania, pues la respuesta de Rusia no se haría esperar. Se demuestra entonces que a estos rusófobos jamás les ha importado los verdaderos intereses del pueblo ucraniano.