Desmontando las falacias del lobista Rodríguez Zapatero sobre Marruecos y Sáhara Occidental (y II)
La primera parte de este artículo iniciaba el análisis crítico de la intervención del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero (ZP) en la autodenominada conferencia internacional del autodenominado Movimiento Saharauis por la Paz (MSP)[1], celebrada en la ciudad senegalesa de Dakar en octubre de 2023. En este segundo artículo concluyo el análisis de los restantes aspectos de la intervención de ZP en dicho foro, tales como: su decisión de viajar al Sáhara ocupado por Marruecos y su apreciación de la situación allí, su interpretación sobre el naufragio del barco francés Louise en las costas saharianas, los límites territoriales del Imperio Jerifiano; los documentos de Lahure, Whettnall y Tacquin; la supervisión del territorio no autónomo (TNA) Sáhara Occidental en la Comisión de Descolonización de la ONU, la tradición de la beia como vínculo de vasallaje, los informes desclasificados de la CIA, el referéndum de autodeterminación, o la propuesta marroquí de autonomía, vinculándolos por mi parte a cuestiones estrechamente relacionadas, como la carta del presidente Pedro Sánchez al rey de Marruecos o la Declaración de la Asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (AEPDIRI) sobre el Sáhara Occidental.
En el mencionado foro, también participaron como estrellas invitadas los destacados socialistas del lobby (pro)marroquí José Bono y Juan Fernando López Aguilar. En el momento de redactar estas líneas, el autodenominado MSP y su trío de ‘estrellas invitadas’ celebraban una nueva conferencia en Las Palmas de Gran Canaria, con el mismo contenido propagandístico de blanqueo de la ocupación militar ilegal del territorio saharaui del Sáhara Occidental. Pero solo el exministro José Bono acudió en persona al acto del grupúsculo MSP, que sirvió a un digital canario para informar de ello con el corrosivo y elocuente titular: “Saharauis por la Paz, cómo vivir a todo tren en pleno Carnaval”.[2]
Pero si la conferencia de 2023 en Dakar prácticamente no tuvo ninguna repercusión en la prensa española, salvo en el diario La Razón, descaradamente promarroquí, el acto recientemente celebrado en Las Palmas sí ha tenido algo más de publicidad en algunos medios de comunicación españoles, calificándolo como lo que es: una maniobra de una organización pantalla de los servicios secretos marroquíes en la que han intervenido las tres estrellas socialistas promarroquíes habituales.[3] Son los iluminados, ellos tienen la luz y los parabienes del sultán; el pueblo saharaui, en cambio, está equivocado, al igual que la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), la Unión Africana (UA) o la propia ONU[4]; como también estarían equivocados todos los pueblos que lucharon por su libertad e independencia, incluidos los propios españoles (contra el ejército napoleónico), los estadounidenses contra Gran Bretaña o la cercana Argelia contra la Francia colonialista. Todos ellos habiendo tenido que recurrir a la violencia y la lucha armada para liberarse de sus opresores, como también ha tenido que hacer el pueblo saharaui liderado por el Frente POLISARIO. Una guerra que le ha sido impuesta por el ocupante marroquí y un recurso a la lucha armada que está legitimado por la ONU como último recurso para liberarse de la opresión y el yugo colonial. El expresidente Rodríguez Zapatero y sus pacifistas del MSP hablan de paz después de que Marruecos haya machacado al pueblo saharaui en un intento de genocidio –así reconocido por los tribunales españoles– y continúe hoy con una represión cotidiana y sistémica.
También Nelson Mandela y su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC), tuvieron que recurrir a la violencia y la lucha armada, cuando constataron que la vía pacífica era ineficaz contra la violencia del Estado del apartheid.[5] De hecho, fue el propio Mandela quien ideó y lideró la creación del brazo armado del ANC, que hubo de contemplar cuatro tipos de acciones violentas: sabotaje, guerra de guerrillas, terrorismo y revolución abierta.[6] De manera que no se rasguen ustedes ahora, hipócritamente, sus pulcras vestimentas, señores del MSP: Es Marruecos, y no el Frente POLISARIO, quien desató la agresión en 1975, una guerra de conquista y rapiña para hacerse con la tierra de los saharauis y sus recursos naturales; y también fue Marruecos quien rompió el acuerdo de cese el fuego en Guerguerat en noviembre de 2020, obligando a Frente POLISARIO a retomar las armas –que nunca debió abandonar– para librase de su opresor.
El autodenominado MSP tiene todos los visos de llevar el mismo estrepitoso camino que el efímero PUNS franquista, aunque ahora ya desvelado su carácter de instrumento del Majzén y del PSOE: el MSP, liderado por el expolisario converso Hach Ahmed, y el PUNS, por el renegado Jalihenna uld Rachid[7], un agente de los Servicios de Inteligencia españoles que tuvo como misión torcer el proceso de independencia del Sahara Occidental hace cincuenta años, y que se fugó a Marruecos con los fondos del Partido –fondos regalados por el Gobierno español, es decir, por los ciudadanos españoles– en cuanto la Misión Visitadora de la ONU pisó el territorio saharaui, y que hoy goza de un excelente cargo político al servicio de Palacio, porque Rabat sí paga traidores; al menos a algunos.[8] Este honorable listillo, a pesar de haberse pasado al enemigo llevándose los dineros del PUNS, no tuvo empacho en confesar, en 2005, lo que ya era un secreto a voces sobre el intento de genocidio del pueblo saharaui por Marruecos: “Muchos civiles fueron lanzados al vacío desde helicópteros o enterrados vivos simplemente por ser saharauis”.[9] Ese era el trato que Marruecos daba al pueblo saharaui, igual que los peores gobiernos criminales de América Latina. Y de eso, ni ZP ni sus alumnos del MSP dicen nada. Ellos, los… pacifistas.
Otra conversa socialista a destacar en este contexto es María Antonia Trujillo, ex ministra de Vivienda con ZP y ex consejera de Educación en la embajada de España en Rabat (puesto del que hubo que destituirla), defensora de la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos, como afirmó durante un congreso en Tetuán inaugurado, como no podía menos, por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.[10] Nada tiene de extraño, por tanto, que el mismísimo Mohamed VI le haya creado a la señora Trujillo una Fundación a medida para promover el blanqueamiento de la ocupación del Sáhara Occidental.[11] A otros, hasta donde sabemos, que siempre es poco, los premian con el wisam alauita[12] o les ponen un chalet en la playa marroquí, aunque luego tengan que venderlo a la familia real saudí para intentar eludir el escándalo…[13] Y las bases socialistas siguen reclamando a Sánchez que revierta su maniobra de claudicación ante Marruecos.[14]
La “decisión de ZP” de viajar al Sáhara Occidental: ¿ceguera, ignorancia o cinismo?
Por lo demás, llama la atención que ZP se dirigiera a su audiencia diciéndoles literalmente: “Cuando decidí visitar el Sáhara [Sáhara Occidental, señor Zapatero] por primera vez en mi vida, supuse que encontraría una región rebelde, subdesarrollada y con disturbios callejeros”. “Vi con mis propios ojos el nivel de desarrollo del Sáhara”. Precisó que nadie le impidió ir a donde quería ni hacer las preguntas que quería hacer. “No percibí un territorio ni una población luchando por su descolonización”. Señaló la importante implicación de los saharauis en la vida política de la región, y concluyó afirmando que “el Sáhara Occidental no es un territorio ocupado” [enmendando así lo expresado en las resoluciones de la ONU e incluso al mismísimo secretario general de la Organización, Ban Ki-moon].[15] “No puedo decir, sin mentir –afirmaba ZP– que mi impresión en El Aaiún o Dajla fue la de un territorio militarizado y oprimido”.
Estas afirmaciones buenistas y aparentemente ingenuas de ZP se caen por su propio peso y no resisten un análisis mínimamente serio y objetivo. No dejan de ser una opinión gratuita del señor Zapatero contra toda evidencia, empezando por no querer ver ni recordar el intento de genocidio de la población saharaui (reconocido así por la Audiencia Nacional)[16], la guerra de 16 años (1975-1991) contra el Marruecos invasor y el retorno obligado a la guerra de liberación desde el 14 de noviembre de 2020 por la violación marroquí del acuerdo de cese el fuego en Guerguerat. Mutatis mutandi, podría decirse que para el señor Zapatero no existieron 40 años de dictadura franquista porque los españoles hacíamos vida corriente y no íbamos poniendo bombas por la calle. Es el colmo de la tergiversación, señor ZP, de su ceguera voluntaria y servil, y de su cinismo clamoroso, pues hasta el propio converso Hach Ahmed –cabeza visible del grupúsculo pantalla MSP– ha descrito la sistemática represión de las autoridades marroquíes de ocupación.[17]
Para empezar, en lugar de ser una “decisión” autónoma del propio ZP (lo de visitar el Sáhara Occidental por primera vez en su vida), parece más cierto que su breve visita al territorio ocupado del Sáhara Occidental no la decidió él, sino el Majzén (y probablemente el propio Mohamed VI), al invitarle –y presuntamente costearle viaje y estancia, como a todos los demás… invitados– a asistir e intervenir en el propagandista Foro Crans Montana, en marzo de 2015, en la ciudad saharaui ocupada de Dajla, un evento ilegal más de los organizados por Marruecos para intentar blanquear su ocupación del territorio del Sáhara Occidental. Otro montaje propagandístico alauita más, que fue censurado por la ONU (que, como se sabe, desde el año 1991 mantiene en el Sáhara a la MINURSO –Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental–), la UNESCO, la Unión Africana (UA) e incluso por el ministro español de Asuntos Exteriores en aquel entonces, el popular José Manuel García-Margallo[18], quien amonestó a ZP advirtiéndole públicamente de que “celebrar reuniones internacionales en territorios ocupados es ilegal conforme al derecho internacional” y está “en contradicción con los esfuerzos de la comunidad internacional para resolver el conflicto del Sahara Occidental”. De hecho, la mismísima Unión Africana pidió cancelar el foro, por considerar que amparaba una solución al conflicto del Sáhara Occidental contraria al derecho internacional.
Por cierto, como no podía ser de otra manera, ZP compartió compañía en el Foro Crans Montana con personajes de dudosa moralidad que trabajan para Marruecos, como Nicolas Sarkozy (francés, claro), detenido en París a su regreso de Dajla por corrupción y hoy condenado a prisión (que no cumplirá, claro). No sabemos con qué prebendas le habrá premiado su admirado Mohamed VI por asistir a esa actividad ilegal en la ciudad ocupada de Dajla, pero podemos suponerlo.[19]
En segundo lugar (y aquí ZP desplegó todos sus encantos para describir el –en su opinión– idílico Edén alauita, poniendo toda la carne en el asador), no encontró “una región rebelde, subdesarrollada y con disturbios callejeros”. Su impresión no fue la de un territorio militarizado y oprimido, constatando personalmente “el nivel de desarrollo” del Sáhara (solo le falta llamar al territorio saharaui “provincias del Sur”, como hacen sus anfitriones). Nadie le impidió –añadió– ir a donde quería ni hacer las preguntas que quería hacer. “No percibí un territorio ni una población luchando por su descolonización”… En vista de lo cual, declaraba, más papista que el papa: “el Sáhara Occidental no es un territorio ocupado”. ¡Vaya!, no era esa la opinión del mismísimo secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a quien Marruecos impidió entrar en los territorios ocupados y le montó una campaña de desprestigio personal como sólo el Majzén sabe hacer, con manifestaciones monstruosas y retirada de la contribución marroquí a la MINURSO.[20] Pero ya antes, en 1979, la Asamblea General de la ONU había declarado que el Sáhara Occidental era un territorio ocupado por Marruecos[21], señalando claras responsabilidades y limitaciones de las acciones de Marruecos como una potencia ocupante bajo la ley humanitaria internacional.[22] Y desde diciembre de 1966, la ONU ha reconocido el derecho inalienable de autodeterminación del pueblo saharaui.[23]
Sí, señor ZP, no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír, pues tanto las resoluciones de la ONU, como las de la OUA y UA, las del Parlamento Europeo (PE) o las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) denuncian y establecen, literalmente, que la presencia de Marruecos en la mayor parte del Sáhara Occidental es una “ocupación”.[24]
De manera que la opinión personal de ZP, negacionista y gratuita, contradice a todos esos organismos e instituciones supranacionales e internacionales. E incluso el sindicato Comisiones Obreras acaba de contradecir frontalmente al señor Rodríguez Zapatero al aprobar una resolución, al término de su 13º Congreso Confederal celebrado en Madrid (19-21 de junio de 2025), en la que “denuncia la ocupación del Sáhara Occidental por parte del régimen dictatorial marroquí y la grave vulneración de derechos humanos que sufre la población saharaui, con detenciones arbitrarias, torturas, juicios sin garantías y represión a activistas”, pidiendo al Gobierno de España “que recupere su posición de neutralidad, que cese cualquier apoyo al régimen marroquí y se alinee con la legalidad internacional y el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui”.[25]
La cínica verborrea de ZP no tienen límites. Siguiendo la lógica (¿?) de sus palabras, la guerra de 16 años, primero, y desde 2020, después, contra el invasor marroquí sería una buena muestra del entusiasmo de los saharauis con el régimen marroquí (invasor y ocupante, señor Zapatero, como muy bien lo definió el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon); lo que sucedió con el Campamento de la Dignidad (Gdeim Izik, a las afueras de El Aaiún ocupada) en 2010, o las Intifadas de 2005 y 2015, o los casos de Aminetu Haidar o Sultana Jaya o tantos otros, o por qué hay numerosos presos políticos saharauis encarcelados en las mazmorras marroquíes[26], o las razones por las que la mitad de la población –“entusiasmada”– tuvo que huir apresuradamente hacia la frontera de Argelia (que los acogió, en lugar de bombardearlos con napalm y fósforo blanco, como hizo Marruecos); o por qué Marruecos no permite la entrada en el territorio ocupado y expulsa sistemáticamente a centenares de periodistas, diputados nacionales y autonómicos, eurodiputados, cooperantes, activistas de derechos humanos… para que no vean, no hablen, no denuncien, no den testimonio de aquella realidad tan maravillosa que pretende el señor ZP[27]… O por qué hay un Muro de la Vergüenza con millones –¡millones!– de minas atravesando de Norte a Sur el territorio y separando a las familias saharauis, por qué Marruecos ha trasladado ilegalmente –un crimen de guerra más– al territorio a cientos de miles de sus súbditos y ni con esas se atreve a permitir un referéndum de autodeterminación, como estableció el Plan de Paz aprobado por el Consejo de Seguridad y como la ONU mandató a la MINURSO… ¿Por qué silenció todo esto, señor Zapatero?
Según ZP, todo lo anterior serían muestras de ese entusiasmo fraternal de la población saharaui con sus cancerberos y opresores…, el mismo entusiasmo del que disfrutábamos los españoles bajo el terror de la Dirección General de Seguridad –la temida DGS–, de los grises, la policía franquista… También en España hubo “desarrollo” (si se entiende por tal el mero crecimiento económico), señor Zapatero, pero no por ello el régimen de Franco dejaba de ser una dictadura criminal, a pesar de sus pantanos y de toda aquella parafernalia propagandística de los “25 años de Paz”, aprendida de Goebbels y tan eficazmente empleada también por los gobernantes marroquíes y su MAP.
Habría que preguntarle también, señor ZP, si en su ciudad natal, Valladolid, o en la que creció y estudió, León, o en Asturias donde veraneaba, o en el resto de España, durante la dictadura de Franco, la población iba por las calles rebelándose con las armas en la mano, organizando manifestaciones masivas todos los días, tirando panfletos a diestro y siniestro, o colocando banderas republicanas y pancartas contra el régimen en ventanas y balcones –como parece que le exige a la mucho más precaria población civil saharaui– para expulsar al dictador y sus secuaces sublevados contra la República constitucional, especialmente los días en que la visita de algún personaje ilustre llenaba las calles de grises para que el visitante ilustre viera la libertad y la democracia reinantes en España… ¿Ha olvidado usted, señor ZP, lo que es la represión, los registros y allanamientos, las detenciones de madrugada, la Dirección General de Seguridad, las torturas, las desapariciones, los presos políticos, la dictadura, los fusilamientos al amanecer? ¿Acaso la población española vencida y silenciada no participaba” en la vida política y social del régimen? ¿Acaso el régimen de Franco no se las ingenió para conseguir una buena dosis de apoyo popular? ¿O es que la población española se hizo demócrata de repente, tras la muerte en la cama del Generalísimo?[28]
En contra de lo que sostiene ZP, la población civil saharaui en los territorios ocupados se ha levantado cantidad de veces[29] y vive aterrorizada permanentemente bajo la brutal represión del régimen de ocupación[30], sufriendo golpizas, amedrentamientos, allanamientos, destrucción de viviendas, discriminación laboral, empobrecimiento, adoctrinamiento escolar… ¡hasta incluso auténticos pogromos!, etcétera, etcétera[31], como corresponde a los hábitos colonialistas y al matonismo que denunciara Frank Ruddy. No vemos que entren muchos periodistas para dar fe de ello; más bien, todo lo contrario: se les expulsa ipso facto. Eso es lo que quiere Marruecos y a lo que ZP denomina implicación política, desarrollo y demás zarandajas. ¿A qué jugaba Marruecos bombardeando con napalm y fósforo a la despavorida población civil saharaui en su huida ante la criminal invasión de las hordas marroquíes? ¿Es que los ciudadanos de Valladolid, León y resto de España no ‘participaban’ –y muchos, hasta de buen grado– en la política del régimen? ¿O acaso pasaban el día luchando en las calles contra la dictadura? Ya ve, señor ZP, qué necias pueden llegar a ser sus palabras y su aparente ceguera. A usted lo han paseado, y le han dejado pasear, por donde usted, motu proprio, quería. Pero, al parecer, ni ha visto nada, ni se ha enterado de nada. Al parecer, los reiterados informes de organizaciones no gubernamentales de prestigio internacional como Human Rights Watch, Freedom House o Amnistía Internacional no le dicen nada…
Parece mentira que una persona presuntamente con formación jurídica –se le supone, porque usted estudió Derecho– y que ha sido nada menos que presidente del Gobierno de España pueda decir estas burradas y estar tan ciego (o tan vendido). Está claro que se tiene que ir bien lejos –a Dakar, Senegal– a decirlas, porque aquí en España sería fuertemente abroncado. ¿Visitó usted a los presos políticos saharauis que se pudren en las mazmorras marroquíes? Su ceguera, señor Zapatero, contra la evidencia más tozuda, precisamente cuando más de 350 organizaciones mundiales y cerca de 400 eminentes personalidades, con fecha 23 de junio de 2025, han dirigido una carta abierta al secretario general de la ONU, António Guterres, pidiendo una intervención urgente en el caso de los presos políticos saharauis detenidos y castigados por el Reino de Marruecos en sus cárceles, en total violación del derecho internacional humanitario. En dicha carta se denuncia la continua detención arbitraria, tortura y negación del debido proceso que sufren los presos saharauis, en particular los miembros del conocido grupo Gdeim Izik, insistiendo en que estas violaciones persisten a pesar de las múltiples decisiones y opiniones de los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas, como el Comité contra la Tortura (CAT) y el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria (GTDA).[32]
¿Habló usted con Aminetu Haidar, con Sultana Jaya, con Hamad Hamad o con alguien de Équipe Media? ¿Visitó usted los campos minados y el Muro de la Vergüenza? ¿Se le ocurrió presentarse en los Campamentos de refugiados y ver cómo los ha dejado Marruecos… y también España? ¿No consideró relevante recordar o reproducir ante su audiencia del MPS las palabras que Felipe González dirigió a los refugiados el 14 de noviembre de 1976, primer aniversario de la firma de los ilegales Acuerdos Tripartitos? ¿No les contó a sus oyentes cómo esos Acuerdos se saltaron la voluntad del pueblo saharaui y provocaron una cruenta guerra de dieciséis años que prosigue aún hoy desde noviembre de 2020?
El territorio saharaui del Sáhara Occidental, señor Zapatero, lleva nada menos que medio siglo en la lista de Territorios No autónomos (es decir, colonias) de las Naciones Unidas y supervisado en la Cuarta Comisión (Descolonización) de la Asamblea General. El Tribunal Internacional de Justicia de la Haya (TIJ) también dictaminó, en 1975 y precisamente a petición del propio Marruecos, la inexistencia de vínculos de soberanía territorial de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Para colmo, sucesivas sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) han resuelto que Marruecos y el Sáhara Occidental son dos territorios distintos y separados. Y ahora viene ZP y, más papista que el Papa, al estilo del impresentable presidente Donald Trump, quiere hacer creer a sus pacifistas del MSP que el Sáhara Occidental no es un territorio ocupado y militarizado y que los saharauis ni están oprimidos ni luchan por su descolonización.
Nada más contrario a la dura realidad cotidiana que vive la población saharaui bajo la bota marroquí, como conocemos desde que lo denunciara el propio Frank Ruddy[33] –nada menos que estadounidense y vicepresidente de la MINURSO– ante la Comisión de Exteriores del Congreso de Estados Unidos[34] o, más recientemente, como nos informa Una vida junto al Polisario (Universo de Letras 2022), un trabajo muy recomendable que el señor ZP no se habrá molestado en leer (porque, de haberlo leído, hubiera aprendido bastante y no diría las majaderías que dijo en Dakar). O simplemente, como nos recuerdan con harta frecuencia todas aquellas personas expulsadas forzosamente por Marruecos cuando pretendían acceder al paraíso zapaterista del Sáhara Occidental, invadido, ocupado, militarizado, dividido por el Muro de la Vergüenza y cerrado a cal y canto para quienes no estén dispuestos a cantar las alabanzas al ocupante y proferir las barbaridades emitidas por ZP.[35]
Cuando el señor Zapatero dice que le trataron a cuerpo de rey y que pudo hablar con quien quiso, debería releer también las palabras de Mandela[36]: “Se dice que nadie conoce realmente un país hasta haber pasado por sus cárceles. No se debe juzgar una nación por cómo trata a sus miembros más encumbrados [o a los visitantes ilustres, como el señor Zapatero], sino por cómo trata a los humildes. Sudáfrica trataba a los ciudadanos africanos encarcelados como animales”, que es como Marruecos trata hoy a los presos saharauis de Gdeim Izik.[37] Pero a estos, que sepamos, no los visitó ZP, no entraban en su programa de visitas turísticas por el lugar. O no merecían la visita de tan ilustre personaje.
En tercer lugar, respecto a lo que ZP describe como “la importante implicación de los saharauis en la vida política de la región”, también los españoles bajo la dictadura del general Franco participaban –participábamos, señor Zapatero, usted también– en todos los ámbitos políticos del régimen, pero no por ello dejaba de ser una dictadura y un país oprimido. Lo mismo cabe decir del régimen colaboracionista de Vichy y, por supuesto, del régimen nazi de Hitler o del fascista de Musolini… Los gobernantes marroquíes –y todos los dictadores– saben muy bien cómo someter y manipular a la población, condicionando sus vidas con el palo y la zanahoria, el hambre y la represión. Eso no es ninguna novedad en los regímenes colonialistas, y Marruecos no es una excepción: se margina, discrimina y hasta encarcela y condena a quienes se resisten a “colaborar” o “participar”. Pregunte, si no, señor Zapatero, a Aminetu Haidar, a Sultana Jaya, al grupo de presos de Gdeim Izik, a Hamad Hamad, a los miembros de AFAPREDESA o de Équipe Media… Pregunte a Ali Salem Tamek, Mustafá Abdel Daiem, Mohamed El-Moutaouakil, Naama Asfari, Yahya Mohamed el Hafed Aaza , Sadik Bullahi, Brahim Sabbar, Larbi Messaoud, Djimi Ghalia, Banga Cheij…, o a Mohamed El-Moutaouakil, El Hussein Lidri, Hammadi Elkarsh, Lahcen Zriguinat, Mohamed Rachidi, Abdelaziz Dry/Edday y Hamma Achrih, todos ellos presos políticos.[38]
Y el hecho de que la tasa de participación en las elecciones en el territorio ocupado del Sáhara Occidental fuere mayor que en la metrópoli colonial (Marruecos), como usted señala, tampoco tiene nada de extraño, sino quizá todo lo contrario, señor Zapatero, como debería saber un expresidente de Gobierno como usted. Entre otras razones (como la coerción, el temor a la delación, etcétera), está el hecho de los cientos de miles de colonos transferidos ilegalmente por Marruecos al territorio saharaui ocupado –un crimen de guerra que viola la Convención de Ginebra–, superando así con mucho a la población autóctona. Y todos sabemos que a esos colonos el Gobierno marroquí los alienta y mima con diversas prebendas y ventajas, de las que carecen no ya los saharauis no colaboracionistas, sino incluso los propios marroquíes en la metrópoli. El Gobierno marroquí sabe muy bien cómo potenciar y manipular las elecciones en el territorio ocupado, algo que no le sale tan bien en la propia metrópoli.
De este asunto ya me ocupé anteriormente, cuando trataba de desmontar la propaganda relativa a las elecciones de 2007, denunciando que los dirigentes marroquíes habían obligado a celebrar elecciones en un territorio sobre el que no ostentan ningún título de soberanía, un territorio que no pertenece a Marruecos. Y por esa razón se silenciaba que, para llevar a cabo esas elecciones en el territorio militarmente ocupado, los gobernantes marroquíes exacerbaron la represión sobre los saharauis de los territorios ocupados, la soldadesca hubo de mantener vigiladas las escuelas y, en definitiva, se continuó violando impunemente la legalidad internacional”.[39]
En cambio, llama la atención –¿puede sorprender esto a alguien a estas alturas?– que ZP no haya viajado a los territorios liberados del Sáhara Occidental o, por lo menos, a los Campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, sin tantas alharacas, a constatar la obra de Marruecos (y de España), y, pese a ello, se erija en portavoz del genuino y heroico pueblo saharaui, al tiempo que le niega la voz y hasta el pan y la sal, al blanquear la invasión, la ocupación y la represión marroquí.[40]
ZP y el naufragio del barco francés ‘Louise’[41]
“El Pueblo Saharaui va a vencer en su lucha. Va a vencer, no sólo porque tiene la razón, sino porque tiene la voluntad de luchar por su libertad”, había arengado Felipe González a los saharauis en 1976[42]. Por eso, en su búsqueda de presuntos argumentos para que no parezca una apostasía demasiado gratuita atribuir la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos, como ha hecho sin miramientos el desalmado Donald Trump, ZP retuerce hasta el absurdo hechos históricos como el naufragio, en 1775, del barco francés Louise en las costas del Sáhara, a la altura de Cabo Bojador, naufragios frecuentes entonces en aquellas costas por las corrientes marinas, los vientos alisios y el desconocimiento de los fondos marinos.[43]
El capitán y la tripulación del Louise fueron capturados por miembros de una tribu sahariana y vendidos como esclavos (ZP no indica ninguna fuente documental), práctica habitual en aquellos tiempos. Para rescatarlos –señala ZP–, el embajador francés en Marruecos, Louis de Chénier, “no se puso en contacto con ninguna autoridad saharaui”, sino con el sultán marroquí Sidi Mohammed ben Abdellah, Mohammed III, “por la sencilla razón –afirma ZP sin prueba alguna y en contra del dictamen del Tribunal de La Haya– de que el Sáhara pertenecía a Marruecos”. (¡!)
Ese pretendido argumento aducido por ZP es una simple majadería, algo ya habitual en sus colegas del lobby promarroquí[44], pues el hecho de que un país, una persona, un mandatario haga de intermediario en un conflicto o en una misión –como la liberación, intercambio o rescate de rehenes– no confiere a este la soberanía sobre un territorio o un país. El papa de Roma, por poner un ejemplo, ha oficiado de intermediario en múltiples conflictos, sin por ello tener que arrogarse la soberanía de ningún territorio. Otro tanto cabe decir de la mediación de Estados Unidos en el conflicto hispano-marroquí del islote de Perejil o en la deportación y huelga de hambre de Aminetu Haidar. Hay muchos ejemplos al respecto, también actualmente (guerra de Ucrania, Gaza…).
Precisamente, ese era uno de los cometidos de los cónsules y embajadores cristianos (europeos) en Marruecos y en la Berbería en general: encargarse, en la medida de lo posible, de rescatar a sus nacionales; primero, cronológicamente, los prisioneros hechos por los corsarios y/o piratas: y más tarde, los provenientes de naufragios marítimos, muy numerosos en las costas del Sáhara en aquella época por el desconocimiento de las corrientes marinas y de las tribus que poblaban el territorio desértico al sur de la frontera del imperio jerifiano (actual Marruecos).[45]
La autoridad del sultán marroquí no llegaba más allá del Uad (río) Dráa, como veremos más adelante. De hecho, en los relatos de la época solo se mencionaba la región del Sus y del Nun, casi nunca la región del Dráa, donde empezaba el territorio de lo que más tarde sería el Sáhara Español y, después de 1975, Sáhara Occidental.
Tanto los prisioneros de los corsarios, primero, como los náufragos, después, se convirtieron en un importante objeto de comercio, de intercambio comercial, y muy útil en las relaciones diplomáticas entre los estados europeos (cristianos) y la Berbería.
Quienes naufragaban en el Sáhara –y sobrevivían–, además de permanecer en aquel territorio inhóspito (hubo casos de náufragos que sobrevivieron y permanecieron integrados en las tribus del territorio) podían ser objeto de compraventa una y otra vez, y ser llevados hacia el Sur (Senegal) –la ruta comercial menos interesante– o bien, y sobre todo, hacia el Norte (al puerto de Mogador, Esauira en el actual Marruecos), donde operaban los cónsules de los estados europeos y el propio Majzén marroquí, al que le venían muy bien los suculentos rescates que se pagaban por los rehenes.
El tema de los náufragos –comenta Joaquín Portillo–[46] estaba asociado al de la inseguridad que emanaba de las costas del Sahara Occidental, a causa de la “ferocidad” de sus habitantes. Una ferocidad que se utilizaba ya en los textos oficiales, bien como disculpa de los monarcas marroquíes, al verse obligados a reconocer que no lo eran de un territorio que se les atribuía a veces, ya que se les pedía permiso para instalarse en ellos; o bien como medida disuasoria de los propios monarcas, para impedir a los europeos concertar directamente unos acuerdos comerciales con tierras atlánticas fronterizas con Marruecos, en detrimento del erario marroquí.
Fue en el verano de 1776 cuando la inoperancia del Sultán en aquellas regiones quedó de manifiesto también ante Francia. El barco francés Louise, que navegaba de Nantes rumbo al Golfo de Guinea, naufragó en la costa saharaui a la altura de Cabo Bojador. El cónsul francés en Marrakés, Louis Chénier, relató minuciosamente la odisea en su correspondencia con París: el sultán Muley Mohammed ben Abdallah envió a dos oficiales de confianza “para que fuesen a las fronteras del desierto a rescatar estos franceses y traerlos a sus Estados”[47]. Y allí, parados en “las fronteras del desierto”, sin cruzar el umbral que los hubiera llevado a la comarca del Cabo Bajador, estuvieron negociando con los intermediarios saharauis, y desembolsando ducados mediante los cuales iban consiguiendo que los 19 tripulantes del Louise “fueran arribando a Marruecos”. Chénier escribió a París para informar que las sumas pagadas por los rescates deberían, sin duda, serles reembolsadas a Marruecos, “para agradecerle al Príncipe moro el precio de su intervención y de sus buenos oficios”.[48] [Cursiva añadida].
Esto sucedía en junio. En julio, Chénier expedía urgentemente a París una relación de gastos a cargo de los rescates, especificando que, si aquellas sumas no se pagaban inmediatamente al sultán, la tripulación francesa corría el riesgo de quedarse retenida en Marruecos. Pues había sabido “por un aviso privado, que la orden del Emperador era anunciarme que, como estos franceses habían sido rescatados por él en una tierra que le era extranjera, no podía cederlos, según imposiciones de la ley, sin antes recibir el rescate o canjeo”.[49] [Cursiva añadida].
Interesa resaltar, para nuestros, fines la importante significación de la nula autoridad del Sultán en Cabo Bojador, donde sus delegados ni siquiera habían llegado a entrar. El sultán –que no andaba precisamente sobrado de fondos, pues estaba en guerra con Carlos III de España– reclama imperiosamente el dinero a Chénier, a cambio de la libertad de los rescatados.
A partir de aquel momento, la cuestión de los náufragos y sus rescates se institucionalizaría. El artículo 22 del Tratado hispano marroquí de 1799 estipulaba: “Si algún buque español naufragase en el río Nun y su costa, donde no ejerce dominio S. M. Marroquí, ofrece sin embargo, en prueba de cuanto aprecia la amistad de S. M. Católica, valerse de los medios más oportunos y eficaces para sacar y libertar las tripulaciones y demás individuos que tengan la desgracia de caer en manos de aquellos naturales”.[50] Y, ya en el siglo XIX, el Tratado de comercio hispano marroquí, suscrito en 1862, seguía rezando en su artículo 35:
“Si un buque de guerra o mercante español encallase o naufragase en cualquier punto de las costas de Marruecos, será respetado y amparado en cuanto necesite, con arreglo a las leyes de la amistad (…). Si naufragase algún buque español en Uad Nun o cualquier punto de su costa, el Rey de Marruecos empleará su poder para salvar y proteger al capitán y a la tripulación hasta que vuelvan a su país. Y se permitirá al Cónsul General, Cónsul, Vicecónsul, etc., tomar cuantos informes y noticias necesite acerca del capitán y de la tripulación de dicho buque, a fin de poder salvarlos. Los Gobernadores del Rey de Marruecos auxiliarán igualmente al Cónsul General de España (…) en sus investigaciones, según las leyes de la amistad”.
Cuando en 1877 el Gobierno marroquí está intentando persuadir al español para que acepte permutar el territorio concedido a perpetuidad en el artículo 82 del Tratado de 1860, la parte española aceptará firmar en Fez un acta para iniciar conversaciones alegando, como justificación, que “como las tribus del Sus y Uad Nun no reconocían su autoridad (de Marruecos), para hacernos la entrega del territorio tendría primero que adquirirlo de las tribus que lo ocuparan, sin hacerse responsable de futuras consecuencias”. Las conversaciones sobre la permuta se inician, pues, partiendo de la base de la comprensión del Gobierno español, cuya insistencia en reclamar el territorio prometido obligaría a Marruecos a tener que comprárselo a sus habitantes, para poder entregarlo luego a España.[51]
Comenta Joaquín Portillo que la mayoría de los reproches vertidos hacia las primeras gestiones del gabinete de Leopoldo O’Donnell en el tema de aquella costa atlántica, se referían a la inutilidad de pedirle a Marruecos lo que no podía dar porque no era suyo.[52] Y, sin embargo –señala J. Portillo– así seguirían las cosas, sin que las autoridades españolas, asombrosamente, se aprestasen a buscar sus interlocutores entre los dueños de la tierra que les interesaba. Había interlocutores, y muy válidos que, además, lo estaban deseando: Habib ben Beiruc, el Chej del Nun, el de los poderosos Aít Musa Uld Alí, con ejecutivos hasta en Tombuctú, tenía en jaque al sultán Muhammad por el asunto de la apertura de Agadir. Beiruc entabló negociaciones con cuanto extranjero aparecía por allí interesado en el comercio. Pero todos los viajeros actuaban a título particular; ninguno se acercó al Chej del Nun oficialmente. Al parecer, Francisco Merry y Colom había recibido instrucciones de contactar con él durante su viaje por el Uad Nun,[53] pero el diplomático español sólo quería encontrar Santa Cruz de Mar Pequeña en territorio de Marruecos; el resto no le interesaba, y así lo demuestra en sus desanimados informes, tendentes, a su vez, a desanimar a los demás. Nadie, dice, puede hallar interés alguno en aquellas regiones ni en ese chej de un pueblo “feroz e inculto”, que, sin embargo –matiza J. Portillo–, podía abrir a los españoles el comercio del Sudán, que tanto seducía al resto de Europa.[54]
Pero, en cualquier caso, toda esta cuestión de los náufragos es terreno trillado y ha sido ampliamente estudiado, principalmente por los franceses. Y el hecho de sacarlo a colación, por parte de ZP, como pretendido “argumento de soberanía” para intentar confundir y seducir a su audiencia (no muy ilustrada, ciertamente) y agradar al Majzén y al propio Mohamed VI, denota mala fe, cuando menos. Pues esta cuestión de los naufragios en las costas del Sáhara Occidental y del rescate de los náufragos fue ya una de las principales materias aducidas y defendidas por Marruecos y objeto de amplio debate por parte de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ) –la máxima instancia judicial de la ONU– en 1975. Y a pesar de esas alegaciones de Marruecos, el dictamen de la Corte, hecho público el 16 de octubre de 1975, dejó muy claro que el Sáhara Occidental jamás ha pertenecido a Marruecos y que era perfectamente pertinente la realización de un referéndum de autodeterminación para el pueblo del Sáhara Occidental. De la misma forma que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha fallado reiteradamente que el Sáhara Occidental es un territorio distinto y separado de Marruecos y pendiente de descolonización, digan lo que digan Sánchez, José Manuel Albares, Trump o ZP.
Por todo lo cual, queda meridianamente claro que ZP actúa de mala fe y a sabiendas, pues sus asesores conocen perfectamente esta cuestión –aunque también habría que dudar de su propia ignorancia, visto lo visto–, así como la actuación y el dictamen del Tribunal de La Haya y las sentencias del TJUE. Se trata de cosa ya juzgada y probada. Las pretensiones de ZP (tomadas probablemente de autores franceses manifiestamente promarroquíes), del Majzén o del delincuente Donald Trump[55] no hacen sino saltarse arteramente la legalidad internacional y pretender desplazar ilegalmente las fronteras internacionalmente reconocidas de Marruecos. Son un ejemplo de la persistente mentalidad colonialista denunciada por Frantz Fanon en Los condenados de la Tierra.
Los límites territoriales del Imperio Jerifiano
Mucho más importantes que el falso argumento propalado por ZP en la reunión del MSP en Dakar, sobre los 19 miembros de la tripulación del naufragado velero francés Louise en 1775 y la pretendida soberanía de Marruecos sobre el territorio saharaui, mucho más importantes, reitero, son los diversos documentos que consideramos más adelante y que demuestran justo todo lo contrario de lo pretendidamente argumentado por ZP. Entre esos documentos destaca el firmado por el propio sultán reconociendo que sus dominios no llegaban más allá del Ued Dráa y que el Foreign Office británico puso ante las mismísimas narices del sultán, en el asunto MacKenzie, como prueba irrefutable de los límites territoriales del sultanato marroquí; o también la carta del embajador español, Jorge Juan, al ministro Grimaldi, de fecha 16 de junio de 1767, y la del sultán Muley Mohammed al rey Carlos III, de fecha 30 de mayo del mismo año[56]; o, en fin, el artículo 22 del Tratado hispano-marroquí de 1799 (“Si algún buque español naufragase en río Nun y su costa, donde no ejerce dominio Su Majestad marroquí, ofrece sin embargo, en prueba de cuanto aprecia la amistad de Su Majestad Católica, valerse de los medios más oportunos y eficaces para sacar y libertar las tripulaciones y demás individuos que tengan la desgracia de caer en manos de aquellos naturales.”).[57] [Cursiva añadida].
La cuestión de la independencia de los habitantes autóctonos y las tribus del Sáhara Occidental (e incluso del Sur del actual Marruecos, Tarfaya) se menciona en los trabajos de muchos autores.
Así por ejemplo, José María de Areilza y Fernando María Castiella, diplomáticos y exministros de Asuntos Exteriores, en su obra Reivindicaciones de España, señalan que en el Informe del Marqués del Duero, Asensi y Merry y Colom respecto a la actuación que debía seguirse en Marruecos, presentado al Gobierno el 8 de diciembre de 1859, se decía: “(…) La posesión de estas dos ciudades (Mogador y Agadir) nos sería muy útil, tanto para entablar relaciones comerciales con las tribus independientes de los Estados del Sus y Nun y proteger allí las factorías que nos conviniera establecer, cuanto para proporcionar a sus contornos secadero para la pesca que hacen los canarios en aquella costa”.[58] [Cursiva añadida].
Pelayo Alcalá Galiano, en su obra Santa Cruz de Mar Pequeña, da cuenta de que se contrataron los servicios del arabista catalán Joaquín Gatelí, quien fue enviado hasta el Nun rastreando localizaciones (1862-1864). De sus informes escribiría Merry y Colom: “De las datas recogidos por Gatelí resultaba que en los territorios del Sus y del Guad Nun, pobres por falta de agua, el Sultán no dominaba (…).[59] [Cursiva añadida].
De la obra de Joaquín Portillo, Los saharauis y el Sáhara Occidental. De los orígenes al 2018, extraemos la información siguiente:
«Con fecha 5 de junio, Merry remitió su correspondiente y descorazonador informe: Las tribus le parecen feroces (“Yo he visto por mí que, aun en las tribus que se creen sometidas, la autoridad del Sultán es nula, y he visto a los Bajaes atropellados por aquellas feroces kabilas”). Y seguía pensando que la española Santa Cruz de Mar Pequeña debía estar en Agadir.[60] Sin embargo, durante los meses de mayo y junio de 1863, el Ministerio envía en embajada extraordinaria a recorrer las regiones del Sus y del Nun, para que investigue la antigua posesión española. [61] [Cursiva añadida].
Posibles emplazamientos de Santa Cruz de Mar Pequeña (Fuente: El Rincón de Sidi Ifni).[62]
» Conviene recordar –señala el autor– que al sur de Marruecos estaba la región del Sus y, después, la región del Nun y, a continuación, la del Draa, y al sur del Draa, la Saguía al Hamra, y luego Rio de Oro… Todavía en 1863, el sultán de Marruecos no controlaba ni siquiera Agadir, en el Sus al-Aqsa. “El país [del Sus] está cruzado por el uadi Sus, que le da nombre: Sus al-Aqsa significa ‘el Sus Extrem’, en el sentido de última provincia marroquí.[63] [Esta última cursiva, también en el texto original de J. Portillo].
» Y además, las sublevaciones de los habitantes de la región del Sus contra el sultán fueron continuas durante los siglos XVIII y XIX; hasta el punto de que las fuerzas del Majzén solo lograron ocupar el territorio en 1913. Y, aun así, el dominio total sólo se consiguió bajo protectorado francés, hacia 1930.[64] “(…) En 1810, los susíes habían vuelto a declararse Emirato, de soberanía propia, con el Chej Sidi Hisham ben Mimad, y rechazaron a las tropas que envió el sultán Muley Solimán (1792-1822) para someterlos. Este sultán había suscrito con Carlos IV de España otro Tratado hispano marroquí de paz y comercio, el 1 de marzo de 1799, en cuyo artículo 22 se reconocía, asimismo, la clara independencia del Nun, a propósito del tema de los náufragos[65]: “Artículo 22.- “Si algún buque español naufragase en río Nun y su costa, donde no ejerce dominio Su Majestad marroquí (…).[66] [Cursiva añadida].
» Durante el reinado de Carlos III y con el fin de evitar una continua guerra contra los marroquíes, en 1765 se iniciaron conversaciones con el sultán Sidi Muhammad Abd Allah.[67] Se intercambiaron embajadores: el marroquí Sidi Ahmed el Gazel visitó La Granja, mientras que el español Jorge Juan y Santacilia acompañaba en noviembre de 1766 al marroquí en su regreso».[68]
El historiador Vicente Rodríguez Casado, en su obra Jorge Juan en la Corte de Marruecos, refiere los siguiente:
“El gobierno marroquí había reconocido en el artículo 18 del Tratado de 1767 que los territorios del Oued Noun y más allá no se hallaban bajo la soberanía del sultán; interpretación que también se confirma (…) a la vista de la versión árabe y, sobre todo, a la vista de la correspondencia intercambiada durante los trabajos preparatorios. De hecho, en una de esas cartas, Jorge Juan afirmaba que en las conversaciones que tuvieron lugar el 26 de mayo [de 1767] –esto es, dos días antes de la firma del Tratado–, (…) El Gazel[69] mantuvo que [el sultán] Sidí Mohamed no se comprometía a conceder el derecho a construir establecimientos en la desembocadura del Nun porque se trata de unos territorios que[70] “no son suyos; que los habita una gente silvestre que jamás ha podido sujetar; que han acometido y destrozado a cuantos allí han querido establecerse, y que, por tanto, no puede empeñar la palabra o permiso para que nosotros lo logremos; que sin embargo dexa a juicio del Rey el hacerlo o no, pero sin hacerse responsable de los sucesos”. [Cursiva en el texto original].
Por la información que facilita, de la obra del historiador Juan Bautista Vilar, El Sáhara Español. Historia de una aventura colonial, parece pertinente reproducir los siguientes párrafos de este especialista de las relaciones entre España y el norte de África [71] [cursivas añadidas]:
«Tras los tratados de Alcáçobas (1478), Tordesillas (1479) y Cintra (1509), el archipiélago canario con la costa africana inmediata quedó para Castilla, que, a su vez, reconocía el dominio lisboeta sobre el litoral marroquí y guineano. La dominación española, espontáneamente aceptada por las tribus, se extendió a las regiones situadas al S. de Tafilete, en particular desde que, en 15 de febrero de 1499, siendo gobernador de Gran Canaria Lope Sánchez de Valenzuela, acataron la soberanía castellana las cabilas moradoras del antiguo emirato de Bu Tata, enclavado entre el Sus y la Saguía al Hamra [Acequia Roja].[72] Tras el sometimiento de Bu Tata, para el que se respetaron todas las formalidades legales (…), “no tardaron en colocarse bajo la soberanía castellana las cabilas que todavía no lo habían hecho, con lo cual quedó incorporado a la Corona de Castilla la totalidad del territorio sahárico-magrebí situado por debajo de Tafilete y que se extendía ininterrumpidamente desde las proximidades de Agadir a la Bahía del Galgo, en los confines de la actual Mauritania.
» Las tribus de esta región (el reino de Bu Tata), ferozmente xenófobas y muy celosas de su independencia, con su sometimiento a Castilla pretendían asegurarse el apoyo castellano frente a la creciente presión de los sultanes marroquíes de Tafilete y de los portugueses de Agadir.
» En el fallido intento británico para colocar bajo su influencia las regiones situadas al S. de Marruecos, movió al ministro [Jerónimo] Grimaldi a sujetar aquellos parajes bajo la soberanía española mediante la restauración de Santa Cruz de Mar Pequeña, fortaleza vital para la seguridad de Canarias. En relación con esta cuestión fueron practicadas algunas exploraciones preliminares (…) Poco después se envió a Marrakech en misión extraordinaria a Jorge Juan, quien concertó con el sultán Muley Muhammad el Tratado de paz y comercio de 28 de mayo de 1767. No pudo incluirse la cuestión de [Santa Cruz de] Mar Pequeña por alegar el soberano marroquí que su autoridad no alcanzaba a aquellas latitudes.[73]
» Lo mismo hicieron constar los marroquíes en las negociaciones que precedieron a la firma del Convenio de Aranjuez de 30 de mayo de 1780, suscrito por los plenipotenciarios Ibn Ottan y Floridablanca; en las que tuvieron lugar con ocasión de la embajada de Francisco Salinas y Moñino a Marrakech en 1785, y en las que hicieron posible el Tratado de paz, comercio y navegación firmado en Mequinez en primero de marzo de 1799 entre los representantes de Muley Suleimán y Carlos IV, en cuyo artículo 22 se afirma textualmente: « Si algún buque español naufragara en río Nun y su costa, donde no ejerce dominio S. M. marroquí, ofrece sin embargo, en prueba de cuanto aprecia la amistad de S.M. Católica, valerse de los medios más oportunos y eficaces para sacar y libertar las tripulaciones y demás individuos que tengan la desgracia de caer en manos de aquellos naturales».[74]
Al propio autor de estos extractos, Juan Bautista Vilar, le llama poderosamente la atención la declaración explícita del sultán de no estar bajo su soberanía la región del Nun, dentro del actual territorio marroquí y bastante más al N. del reivindicado Sáhara Occidental, actualmente ocupado ilegalmente en un 80 por ciento. Y prosigue:
» La soberanía xerifiana de hecho apenas alcanzaba por el S. a la región del Sus y de derecho a la del Nun. Jamás llegó al Dráa, territorio anexionado a Marruecos, así como otros periféricos, por los colonizadores franceses en el presente siglo [siglo XX], de igual modo que España le cedió el Tekna por aquello de que en 1912 fue declarado hiperbólicamente Zona S. del Protectorado Español. Todo esto no es óbice para que el Majzén considerase como propia la tierra de nadie situada entre el verdadero Marruecos y el Sahara Español, dilatado paraje en cuyo litoral estuvieron localizados en otro tiempo Santa Cruz de Mar Pequeña y demás establecimientos castellanos. En el artículo 8º del Tratado de paz suscrito en Tetuán en 26 de abril de 1860, con el que se puso fin a la llamada Guerra de África, el gobierno alauita se comprometió a devolver a España el territorio correspondiente al antiguo enclave de Santa Cruz[75], compromiso que naturalmente nunca pudo cumplir.
» Estando España interesada en recuperar la antigua factoría de Santa Cruz [de Mar Pequeña], se encomendó a Joaquín Gatell y Folch la arriesgada misión de recorrer y estudiar aquel territorio del que ni siquiera se tenía una noción cartográfica precisa. Una misión secreta recibida de Francisco Merry y Colom, jefe de la Sección Política del Ministerio de Estado. Gatell se las ingenió para internarse en las regiones presaháricas no alcanzadas por la autoridad del sultán. Llegó a Gulimin, la capital del país del Uad Nun, centro caravanero de primer orden y puerta del Magreb occidental, por la que penetraban en Marruecos gran parte de las mercancías que llegaban del Sahara inmediato y del lejano Sudán. Dominaba el territorio del Nun el chej Habid Ibn Beiruk, quien acogió muy bien a Gatell (reconvertido clandestinamente en Kaid Ismail) sabiéndolo enemigo del sultán y en relación con los españoles, y deseoso de que los europeos abriesen algún puerto en el país, para librarse de la dependencia mercantil de Mogador [actual Esauira], el embarcadero marroquí practicable más inmediato.
» Las cabilas Tekna, compuestas por gentes belicosas y observantes, verdaderos combatientes por la fe, acogieron muy bien a Gatell (Jaid Ismail), creyéndole un jerife Idrisí, enemigo de los chorfas alauitas reinantes en Marruecos. Aquellos saharianos, los Tekna, no reconocían ni política ni religiosamente la autoridad del sultán marroquí, cumpliéndose aquí fielmente un viejo proverbio saharaui: «En el Sahara ni se reza al sultán ni se le paga tributo».
» Tomando Gulimín como base de operaciones, y contando con la ayuda del chej, Gatell recorrió la totalidad de la región del Uad Nun, pasó después a explorar la del Uad Dráa, al S. de la anterior, y se internó en el país de los Tekna, habitado por la poderosa confederación tribal del mismo nombre, explorando sus comarcas y no se detuvo hasta alcanzar Cabo Juby, ya en la costa del Sahara. Tras su periplo de vuelta (Gulimín, Ufrán, Hazerual, Tiznit, Sus, Agadir, Mogador), retornó a España.
» Gatell llegó a Madrid en las postrimerías de 1865, donde entregó a Merry una notable y voluminosa memoria y numerosos documentos (…), insistiendo que se trataba de regiones a donde no alcanzaba la autoridad del sultán, muy próximas a Canarias, antiguo emplazamiento de las factorías castellanas, con grandes posibilidades mercantiles y bien dispuestas a recibir a los españoles. La totalidad de sus trabajos (sobre el Sus, el Nun y el Tekna) fueron publicados en París, “más completos y veinticinco años antes que los de Le Chatelier.[76] Gatell, uno de los mejores africanistas españoles, falleció en Cádiz en 1879. La Sociedad Geográfica de Madrid se apresuró a publicar su obra.[77]
» Para entonces, los españoles no eran los únicos que se interesaban por aquellos parajes. En el verano de 1876 el ingeniero británico Donald Mackenzie, utilizando la isla de Lanzarote como base, realizó una expedición a la costa africana situada entre Agadir y Cabo Juby. Poco después presentó una memoria en Londres, sosteniendo que una factoría en la comarca de Tarfaya habría de rendir grandes beneficios económicos por capturar el tráfico de una región que hasta entonces venía utilizando por necesidad la ruta caravanera que terminaba en el lejano puerto marroquí de Mogador. Prefería el Tekna (controlado por tres tribus enemigas entre sí) al Nun (controlado por un solo hombre, el chej Beiruk, más exigente: como evidenciaba el caso de los comerciantes gaditanos apresados, Puyana y Butler), afirmando que si el Nun era prácticamente independiente de Marruecos, el Tekna se encontraba desvinculado por completo de aquel país.
» Mackenzie, organizada ya su North West Arican Company, salió de Bristol a principios de 1879, poniendo rumbo a Cabo Juby, en cuyas inmediaciones, no lejos de la actual Tarfaya eligió terrenos para fundar una factoría (…) Alarmó al Majzén: De pronto, Marruecos consideraba parte integrante de su territorio unas regiones que hasta entonces había declarado reiteradamente fuera de su soberanía. En realidad, temía el sultán que el establecimiento de los europeos en sus confines meridionales repercutiera negativamente sobre el ya precario equilibrio interno de un país en avanzado proceso de desintegración.
» El gobierno británico se negó a desautorizar a MacKenzie, que prosiguió sus actividades y construyó un sólido fuerte. El gobierno británico consideró que las actividades mercantiles de particulares tenían lugar en un territorio situado, cuando menos, a cien millas de las posesiones más meridionales del soberano marroquí. Para Inglaterra, la frontera Sur de Marruecos no era otra sino el curso del Dráa».
Para no aburrir a los lectores, evito continuar recogiendo referencias de otros autores sobre la cuestión de los límites fronterizos respectivos. Quien esté interesado, puede hallar un excelente resumen bibliográfico ampliamente documentado sobre esta cuestión en la obra de Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional y director del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental (CESO) de la Universidad de Santiago de Compostela (USC).[78]
Los documentos de Lahure, Whettnall y Tacquin sobre las fronteras de Marruecos y del Sáhara Occidental
Por tratarse de una aportación reciente y novedosa, reseñamos en las líneas que siguen la valiosa información proporcionada por Joaquín Portillo sobre la cuestión de los límites fronterizos, desconocida en España hasta el momento de su publicación en 1978.[79] [Cursivas añadidas]:
A petición de Marruecos y Mauritania, en 1974, las Naciones Unidas, en cuyo Comité de Descolonización estaba en proceso de negociación la descolonización del Sáhara español, solicitaron al Tribunal Internacional de la Haya una clarificación jurídica sobre el tema de la soberanía anterior del territorio. Diez meses más tarde, los jueces de La Haya anunciaban su dictamen. Aprovechando ciertas ambigüedades del mismo, el rey marroquí pudo presentar inmediatamente a la opinión pública de su país la interpretación que le vino a bien para imprimir un pretendido sello de legalidad a aquella “marcha verde”.
España aportó abundante documentación al alto tribunal. Mucha, pero no toda y, seguramente, tampoco la más decisiva –señala J. Portillo–. ¿Cómo explicar, si no, la ausencia de documentos tan relevantes como los de Lahure, Whettnall y Tacquin? ¿Cómo explicar que Madrid no presentase a los jueces estos y otros testimonios de primera mano, diseminados en los archivos de las ex metrópolis occidentales? Los informes secretos, y enteramente inéditos, que Lahure y Whettnall enviaron, a finales del siglo XIX, al soberano de los belgas, Leopoldo II, son documentos elaborados por testigos directos de lo que ocurría entonces al sur de Marruecos, es decir desde el río Draa hasta la frontera de la “colonia española de Río de Oro”, que partía de Cabo Bojador.
El barón Whettnall, cónsul general de Bélgica en Tánger, había recibido del rey LeopoIdo II la consigna de informarse sobre la posibilidad de adquirir “para el Estado independiente del Congo”, propiedad del soberano de los belgas, una colonia situada al sur de Marruecos, a medio camino entre el puerto belga de Amberes y el puerto congoleño de Matadi. Esto ocurría aproximadamente durante la Conferencia de Berlín (1884-1885), donde las potencias occidentales establecían el “reparto de África”.
Para llevar a cabo esa tarea, Whettnall contrató a un comerciante marroquí, Hadge Hamed, para que, aprovechando sus desplazamientos hacia el sur, se informase de cuál era la situación allá y viera qué posibilidades existían de comprar terrenos u obtener concesiones. Hadge Hamed, en una primera incursión, en 1886, confirmó que la zona a examinar había que delimitarla más bien al sur del río Draa, considerado éste como la frontera meridional de Marruecos. Emprende su segundo viaje el 19 de marzo de 1887 desde Mogador y, a su regreso, responde a un cuestionario de preguntas sobre sus hallazgos, entre ellas: “¿Cuáles son las disposiciones de los habitantes y a qué raza pertenecen? ¿Reconocen la autoridad del sultán?”.
“Estos territorios –responde H. Hamed– son conocidos bajo el nombre de Ergueiba y están divididos en trece secciones, una de las cuales, la de Beni Musa, tiene por jefes a los descendientes directos de Sidi Hamed El Ergueibi, santo patrón del territorio. Este marabut era, incluso ya en los tiempos antiguos, jefe independiente de estos territorios con jurisdicción espiritual y temporal sobre el país, que en la época del reinado del sultán El Kahil (el Sultán Negro) había sido delimitado desde el río Draa hasta la Seguía a el Hamra (…).
“Estas poblaciones pagan todavía hoy su tributo anual a los descendientes del marabut y no al sultán de Marruecos. No existe más que un solo título de propiedad de estos territorios, el de la compra hecha de los Bani Hasian. Fuera de estos derechos de soberanía, los territorios son la propiedad común de todos los habitantes. (…) A la petición mía de si me daría un título de cesión para el caso de que yo quisiera construir, me ha dicho que podía hacerlo sin título y que él garantizaba mis derechos…”.
Hasta aquí el documento, rigurosamente inédito hasta hoy –señalaba Joaquín Portillo en 1978–, encontrado en los legajos belgas y del que tampoco dispusieron los jueces de La Haya. Según este testimonio, los territorios saharauis se extendían (en el momento de la colonización española) incluso al norte del río Draa.
En un segundo artículo, J. Portillo documenta que el propio sultán confirmó a Londres que su soberanía acababa en el río Draa. Esta es su descripción de los hechos[80]:
“El 25 de julio de 1888, Leopoldo II ordena a su ministro de Guerra, el general Pontus, poner a disposición del soberano, durante dos meses, al barón Lahure, coronel de Caballería y de Estado Mayor. El 9 de agosto, Lahure embarca en el puerto francés de Marsella rumbo a la colonia inglesa de Gibraltar. En el Peñón, el prestigioso militar belga se entrevista con Donald Mackenzie, un ingeniero británico que conocía bien el noroeste de África.
“Mackenzie, en efecto, mantenía relaciones con los saharauis desde hacía ya dieciséis años: en 1874 había constituido en Londres la North West African Company y, como delegado de esta sociedad inglesa, firmado un contrato con la máxima autoridad sahariana de Tarfaya, el Chei Mohamed Ben Beiruc, contrato que tenía fecha de 26 de julio de 1879. En virtud de este documento, la sociedad inglesa (que ya tenía sucursales en Las Palmas y Lanzarote), edificó en Tarfaya sus instalaciones (“Casa Mar”). Entre otros éxitos comerciales, Mackencie consiguió desviar hacia Tarfaya gran parte del comercio que llegaba a través del Sáhara.
“Casamar” o factoría Mackencie, 1882 (Fuente: Wikipedia)[81]
“De Gibraltar, Lahure y Mackenzie se trasladan a Tánger, donde, en ausencia del barón Whettnall, se entrevistan con uno de los hombres de confianza del cónsul, Abraham Sicsu, antes de hacerse de nuevo a la mar para navegar, vía Canarias (Lanzarote), hasta Tarfaya (Cabo Juby), donde estaban las instalaciones del inglés y a donde arribaron el 4 de septiembre de 1888.
“Al margen de las serias preocupaciones que este asunto causó a los Gobiernos de Madrid y de París, nuestro interés en este contexto –señala Portillo– son algunos párrafos del informe que, a su regreso, Lahure transmitirá a su soberano, puesto que la compra de las instalaciones de........





















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