La desfigurada historia, por Alexander Cambero
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La brisa trae revuelos del Caribe. Se remueven las ansias de un pueblo que anhela romper las cadenas de su esclavitud. El mar se agita mientras los vientos huracanados de libertad se aproximan aceleradamente.
Olas profundas besan la pequeña bahía en las riberas de la ciudad; sobre un terraplén polvoriento, una veintena de cañones aguardan la expedición del generalísimo Francisco de Miranda. Son una hilera de armas que desean apagar el sueño de aquel hombre hecho mareas.
La pequeña localidad está llena de un miedo que nació en los sermones del púlpito. Una diáspora de corianos abandona sus casas y toma sus enseres para huir a la sierra; creen que sus vidas corren peligro en manos de un hombre que se aproxima.
Son tantas las historias que se han tejido que un frío penetra sus gargantas con solo imaginarse un cuchillo rebanándoles la existencia; no les importa que la emancipación tenga el antídoto para transformar sus historias de sometimientos.
El viento es un flechazo perfumado de hondas agonías, angustias, como el sonido de una carreta arrastrada por una vieja mula que solo sueña con morir en el cujisal. Solo morteras cantan como oliendo a tierra de sepultureros. Las polvorientas calles se encuentran en solitario.
Coro es una ciudad oculta tras las gruesas puertas de roble. Algún insospechado parroquiano apura el paso creyendo que el cielo oscuro es una estratagema del destino que los sentenció.
Las aguas se agitan, chocando ruidosamente contra los macizos amarillos; estos ofrecen poca resistencia ante el arrebato de las olas. La ciudad se refugia en los viejos temores; como un remolino, buscan contemplar su destino en el tabernáculo blanco, que resalta entre el ardiente sol que se abraza con el viento.
Las columnas de la Catedral de Coro sostienen sobre sus brazos la majestuosidad de un templo esplendoroso. Labrada con el espíritu indomable del conquistador, sus paredes blancas son adoquines que llegan hasta el campanario. Un Cristo brillante refulge sobre una arquitectura de pequeñas cúpulas de marfil.
El macizo roble aragonés fue........© Tal Cual





















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