2025: el país que aprendió a acostumbrarse
Este 2025 no fue el año del colapso. Fue algo peor: el año en el que aprendimos a aguantar. Nada se rompió de golpe. Nada mejoró de verdad. El poder siguió hablando. La gente empezó a desconectarse. No por apatía, sino por hartazgo. Cuando gobernar se vuelve un acto de repetición, la democracia deja de sentirse propia. Véase si no.
Primero. Durante todo el año el discurso ocupó el centro de la vida pública. Conferencias, cifras, gráficas, promesas recicladas. El mensaje fue siempre el mismo: todo está bajo control. La vida diaria contó otra historia. La economía “resistió”. Pero el dinero no alcanzó. La inflación “cedió”. Pero el súper siguió caro. La estabilidad se celebró en el papel. En la casa, no se sintió. La desigualdad no explotó. Se volvió paisaje. Trabajar más dejó de significar avanzar. Esforzarse ya no prometió futuro, solo........





















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