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Identidad del relato

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09.03.2024

Ahora se le llama “relato” a casi cualquier construcción de “sentido común”. Basta y sobra con que una iniciativa (individual o colectiva) se disponga a convencer y movilizar (hechos o ideas) de corto, mediano o largo alcance (con fines confesables o inconfesables) para que pase por “relato” ante los ojos de los legos. Así andan por el mundo algunos vendedores de ilusiones especializados en “delirios de poder” que logran ofertar a sus clientelas seducciones rentables para dar rienda suelta a su pulsión por el manejo de la “caja” (chica o grande). Y “aunque usted no lo crea” tienen éxito y cobran fortunas. Roland Barthes ya se metió en esa disquisición.

En esa modalidad, el “relato” que se vende es una mercancía defectuosa de origen que padece la presencia de todos los estereotipos narrativos creados para hipnotizar incautos. Incluso han sido capaces de inventar sistemas de encuestas para avalar sus sofismas. Tiene el pecado original de agotarse en el individualismo que aparece tarde o temprano por más silogismos milagreros que encierren los eslóganes remanidos y cursis que les venden. Además de no valer lo que cuestan.

Ese “mercado” de narrativas es capaz de funcionar sólo en poblaciones con niveles educativos muy castigados, limitados o muy cercenados. En colectivos cuyos procesos cognitivos han sido despojados de las habilidades críticas básicas y la capacidad de síntesis elemental que faculta, a cualquier inteligencia, el acceso a niveles más elaborados de producción y comprensión, organizada y movilizada, de los verdaderos relatos que lo son sólo si........

© Rebelión


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