Estilo Predicador
Ha sido larga la “cruzada discursiva” que nos impuso en el presente la modalidad oratoria del “predicador”, o la “predicadora”, muy especialmente exitosa en la televisión norteamericana de los años cincuenta, sesenta y setenta. En esa modalidad demagógica se dieron cita tareas múltiples para los fines de cooptación tanto como para los de recaudación.
El “predicador” salva a las almas mientras colecta diezmos en el mismo ejercicio de oratoria funcionalista que, además de los recursos y giros de barricada, mezcla la inspiración mesiánica con alientos corporativos donde se funde la idea núcleo que es acaudillar almas descarriadas, construir poder y anestesiar el sentido revolucionario de la organización comunitaria. Anunciarse como conocedor de fechas, horas y modos de la “salvación” es un milagro y un hallazgo fenomenal para el reformismo. Entre otros.
Muchos han bebido de ese cáliz y se han quedado embriagados por los efectos hipnóticos que produce la transmutación, en público, de un plebeyo en salvador universal por obra y gracia de los beneficios lenguaraces derramados por la sintaxis de la ambigüedad y del decir nada, pero con apariencia de revelación. Algunas multitudes quedan electrizadas según sea la astucia y la audacia del orador que, unas veces dibuja paisajes apocalípticos para exhibir, por contraste y otras veces emite sus fulgores salvíficos para redimir moralmente su misión combatiendo con saliva las corruptelas insaciables de algunos opositores. Comprende un coqueteo con el reino de los milagros y no pocas prestidigitaciones para repartir ayudas que calmen ciertas ansias rebeldes de las masas. Todo........
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