Cadenas de decepciones
Decepcionarse es parte de un fenómeno histórico naturalizado en las relaciones humanas en virtud de, al menos, dos problemas:
1. confiar sin fundamentos.
2. esperar que todo lo resuelvan otros.
No son razones exclusivas, pero sí predominantes. Sus expresiones más bochornosas suelen recular en los laberintos de la política burguesa donde se ha engendrado la decepción como mercancía ideológica. Está de moda decepcionarse fácil y rápido. Incluso algunos psicoanalistas coligen el asunto a su modo.
Además de los conflictos con la realidad, que muchas decepciones conllevan, opera el factor tiempo como condimento que agudiza los daños. Aunque hay decepciones que ocurren muy “pronto” y las hay que demoran en crecer, llevadas a veces por la indolencia propia de no querer enfrentarlas o por cierta habilidad para el engaño endógeno o exógeno.
Pero el efecto, con sus matices, suele ser desmoralizante. Para eso se la usa también premeditadamente. Es un “sueño dorado” burgués que sus enemigos se derroten a sí mismos producto del engaño, la manipulación ideológica, del odio contra sus pares y la proliferación de “anti-valores” degradantes. Golpetear al enemigo hasta que pierda todo ímpetu, que abandone la resistencia, desmoralizado, asfixiado en el odio de clase que le inoculan. Desmoralizados y desorganizados somos nada.
En el circo mediático-político........
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