Mis Adultos Mayores: Una carta en navidad
Querida abuela.
Son muchos años sin ti, pero también unos cuantos que te tuve a mi lado. Un año previo al ingreso a la universidad me dediqué a cuidarte. En ese tiempo aprendí a valorar una “nica” (un centavo de bolívares), cinco sumaban un medio, monto suficiente para comprar mis preciados caramelos en la bodega de la esquina en la calle 2, del Barrio Unión (hoy Parroquia Unión), en Barquisimeto estado Lara.
Te visitaba al regreso del colegio, en las tardes, me gustaba porque me guardabas mis respectivas monedas. Al pedir la bendición, me interpelabas siempre con: “¿Bendición?, deberías arrodillarte, ya estos muchachos no quieren servir, faltas de respeto”, murmurabas.
Recuerdo mis compromisos para llevarte al médico del barrio. Tenía que estar a las tres en punto.
Al cruzar la esquina y divisar tu casa, podía verte asomada a la ventana, impaciente, ataviada con un vestido largo color marrón un poco ceñido de la cintura para arriba y una falda ancha de tachones, medias de nailon y zapatos marrones con un grueso tacón que hacía juego con tu altura y esbeltez.
Bien vestida, el pelo suelto, poco cabello liso, con una que otra cana que se dejaba entrever.
Recuerda cerrar la cocina de Kerosene, meter la ropa para que no se moje, cerrar el corral de las gallinas, apagar las velas de los santos, dar una vuelta a tu abuelo que está en el otro cuarto, y dile que nos vamos al médico.
Eran tus órdenes. ¿Abuela hay que llevar los medicamentos del mes pasado? “No, le pediré al médico que me los cambie, las varices no han mejorado” respondía.
Era tu eterna enfermedad, una várice en particular, a la altura de la tibia de la pierna derecha, siempre que te visitaba, (aun conociendo la respuesta) te preguntaba.
¿Abuela como sigue la várice? Y de inmediato respondías: “Ha mejorado, parece que este medicamento sí me hará bien”. Un mes después, al volver al médico, era la misma historia.
El doctor le cambiaba el medicamento. “Esos médicos de ahora no sirven”, me explicaba en el camino a casa. Yo pensaba, porque seguirá viniendo. Pero en esa época opinar era un sacrilegio.
Agradezco, me hayas permitido entrar al cuarto de los santos; (era un verdadero “misterio” con acceso restringido), aun cuando fuese solo a limpiar el cuarto y tus preciadas imágenes, una a una, había que hacerlo con........
© Primicia
visit website