Soy el alumno de mis hijos
Estoy siendo testigo presencial y en primerísima persona del hermoso, jodido, apasionante, difícil proceso de crecer de mis hijos. Y, como soy esclavo de mis palabras, no me queda más opción que pararme en ellas cada vez que dicho viaje me quiebra. “Yo soy el entrenador para la vida de mis hijos, hago todo lo necesario para que día a día me necesiten menos, quiero que sean libres de mí porque yo vengo con unos octógonos muy jodidos en mi etiqueta del alma, quiero que sean seres del mundo”.
Eso me lo repito como un mantra en el desayuno, almuerzo y comida. Entonces, para que así sea, vengo desde hace algunos años muy concentrado en darles herramientas, armas, estrategias. Eso me funcionó con la mayor hasta sus catorce años; de ahí en adelante me convertí en un viejo de mierda para ella. Le apesto, le soy incómodo en muchos momentos, le doy vergüenza en otros tantos y lo que más tiene a la mano es la tan adolescente frase: “Tú no sabes nada, papá”. Cómo me puede llegar a la punta del cohete ese enunciado.
Y de pronto, luego de unas tres respiraciones profundas, lo que siento es honda alegría. Me siento contento, lo estoy logrando, no me quejo, me pongo bonito y estoy contento. Por dentro, en mi alma, conmigo, yo solito me jaraneo al verla. Entonces, veo como una película mi vida en retrospección y la contrasto con su adolescencia, y me hincho de orgullo. La veo tan llena de posibilidades, la veo tan valiente llevando a cabo profundos procesos de introspección. Mi hija es un alma profunda. Todo lo enjuicia, todo lo juzga, todo lo observa y tiene una capacidad de sentir realmente por encima del promedio, demasiada empatía para mi gusto.
Y seguro esto último es lo que más me confronta porque he intentado, desde lo que a nosotros nos dijeron, de criarla “fuerte” hasta que me di cuenta de que estaba cometiendo un grave error. “Tienes que ser fuerte” desde el lugar donde yo estuve parado en mis treinta y algo de mis cuarenta no es necesariamente el mejor lugar. Yo estuve ahí desde el “no voy a sentir más dolor y me voy a poner una armadura para que nadie sepa quién soy, qué siento” No me voy a dar a conocer, jamás me mostraré vulnerable porque esas son mariconadas y yo cabro no soy, aunque alguna vez haya resbalado.
Era realmente........
© Perú21
