Viva la muerte y empanadillas de Móstoles: cuando el fascismo entra en las aulas
No sé bien cuándo empezó: cada vez hay más banderas de españa y tiras de tela de la virgen del pilar en las las mochilas y las muñecas de los estudiantes; un compañero de trabajo no oculta su adscripción al falangismo, algunas alumnas se fueron el pasado verano a un convento, para desconectar y "por probar"; en las paredes de la facultad (pública) hay carteles de retiros espirituales, grupos de lectura bíblicos y reuniones cristianas ("Ser cristiano no es aburrido, ¡ven a nuestras reuniones!"); "Los domingos" de Ruiz de Azúa (que romantiza el hecho de que una joven se haga monja) ha ganado el premio Forqué y parece favorita para los Goya; compañeras profesoras de secundaria me dicen que los alumnos más populares ahora son los que se declaran de derechas y repiten los discursos racistas y machistas de Vox; cuando explico, en la universidad, planteamientos igualitarios, muchos estudiantes los rechazan, directamente y sin pensar, por ser "utópicos" o "marxistas"; en ocasiones, alguno se ha levantado, se ha ido dando un portazo y no ha vuelto a venir a clase.
Quizá sea por la subida de tasas que dificulta a la clase obrera acceder a la universidad; también hay mucha crisis existencial y poca certeza respecto del futuro, y la religión y el discurso de odio son, quizá, respuestas rápidas que alivian estas crisis sin requerir mucho esfuerzo ni pensamiento crítico; quizá sea un eco de lo que está sucediendo en todo el........





















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