Diálogos sin Acuerdo Nacional
Existen palabras con cualidades sempiternas, esas que pareciese que no agotan, que se prueban para explicar todas las circunstancias y a las cuales se le extraen inacabadas extensiones de significación. Son palabras/conceptos de aceptación trascendida, aplicables a campos analíticos diversos, transversales a las especificidades de aquello que puede ser social como político o económico. Crisis, es uno de esos vocablos de asombrosa ductilidad.
Recurrida habitualmente, la palabra crisis caracteriza los tiempos más inveterados de la evolución de los Estados y de las sociedades. Ocurre lo propio en nuestro discurrir histórico. Cada inicio de año es un comenzar reflejando las crisis que nos gobiernan, un largo listado de lo que está en el hervidero cotidiano.
Crisis es una palabra que se inserta dentro de lo que hoy se denominan significantes vacíos; sin duda es un concepto clave, polisémico, que expresa una disparidad de ideas y asociaciones mentales que nos invaden la imaginación cuando alguien la pronuncia. En el pensamiento rápido del que habla Kahneman, ese que es intuitivo, súbito, precipitado y brusco, el eco de la voz crisis construye una imagen inmediata e inconsciente de un mal momento, de confusión y desconcierto, de inestabilidad, de crispaciones sociales y precaria o ninguna estabilidad política,........
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