¿Por qué hablar de la chicha?
La historia de Cochabamba se escribe con maíz fermentado. Hasta fines del siglo XIX, la chicha —más que una bebida— era el territorio neutral donde patrón y peón compartían mesa y disolvían, en áureo licor, jerarquías, formalidades y prejuicios. Pero esa democracia espontánea, bilingüe y multicolor, resultó cada vez más incómoda para la élite afrancesada que, sin remordimiento, hubiera cambiado el chicharrón por el Cordon Bleu. Así, mientras la ciudad financiaba su postal de progreso con los impuestos a la chicha, la misma Municipalidad expulsaba a las chicherías como si fueran un cáncer urbano. Hoy, cuando la “reconciliación social” está reducida a eslogan de campaña, recordar esta fractura —y el rol que en ella jugó la bebida ancestral— es un paso sólido hacia un verdadero reencuentro entre cochabambinos.
Me atrevo a exhumar este recuerdo incómodo tras leer el maravilloso libro “Maíz, Chicha y Modernidad”, de H. Solares y G. Rodríguez, que desentraña la historia de la chicha en Cochabamba. Con gran amenidad, describe dos periodos curiosamente contradictorios: uno de expansión y “tolerancia” (1825-1879), y otro de represión y exilio forzoso (1880-1900).
En su paso por la Llajta en 1835, Alcide d'Orbigny escribió con asombro:........





















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