Sin tu barco, mi mar se queda desierto
Hay momentos en la vida que te quedas solo, sola, o solos, por las circunstancias que sean. Una habitual suele ser cuando vuelan del nido los hijos/as y otra cuando después de cuidarlos intensamente fallecen los padres. Si a eso además le sumas que suele coincidir con la jubilación o vísperas de ella, la sensación de incertidumbre se acrecienta. Muchas veces, en vez de sentir la liberación del tiempo, de poder manejarlo a tu antojo, se siente una soledad tremenda y un cansancio físico y mental.
Está pasando, y más después del parón que supuso el confinamiento por la pandemia, que en esta situación, cuesta salir en busca de una socialización que restablezca la normalidad previa. Se tiende a aislarse en casa y se acaba pasando mucho tiempo solo, sola o en pareja. No se produce novedades entre ellos, nada tienen que contarse el uno al otro que no sepan, por lo que el silencio entre ambos va ganando terreno. En estos hogares la televisión es la que llena los espacios de voces y ruidos para que no se sienta el vacío que se abre en la relación, y es internet la que les conecta con el exterior. La televisión te conduce a la inactividad, a la desgana y muchas veces los problemas de salud inherentes a la edad, hacen que el cuerpo vaya tomando la curvatura del sofá. Internet se toma como un refugio, como una ventana al mundo, pero ese universo es virtual, no deja de ser una recreación de la realidad que no se toca, no se palpa, no se huele, no se abraza, no se dialoga.........
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