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Llorar
Que los perros del destino ladran en la noche, eso ya lo sabemos. Y que a veces aúllan, eso también. Eso lo sabe cualquiera por el mero hecho de haber nacido. Acaso no oyes aullar a los perros del destino, Lutxo, le digo. Acaso tú no los oyes como los oigo yo, le pregunto a continuación. Pero él nada. No me responde. De hecho, no está aquí. Está de puente. Se ha ido a Cancún. Es un ente imaginario, es un monigote fantástico, pero el puente no se lo pierde. Eso fue........
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