¡Ay! ¿hay futuro?
¿Por qué pareciera que no tenemos futuro y que ante ese agotamiento solo queda imaginárnoslo? El futuro es una combinación moderada o desmedida de promesas y posibilidades que bosquejan, momento a momento, el tiempo ideal que queremos vivir, pero no llega, no se concreta, no se construye en todas sus fases y entonces solo se reduce a palabrerío interesado, en una suerte de alianza invisible, así como hoy está dada nuestra realidad, entre mentirosos y engañados.
“A lo largo de la historia, siempre hubo sociedades que se inventaron futuros prometedores, pero hubo épocas en las que no consiguieron imaginar futuros mejores. Esta es una de esas épocas, no conseguimos imaginar un futuro que la entusiasme”, afirma Martín Caparrós con rotunda razón. Palabras las suyas que se sienten pensadas para describir el tiempo boliviano, el tiempo que ya merodea los 200 años de vida independiente. Pareciera que no podemos definir el futuro salvo cuando asociamos esa idea a definiciones rutinarias, superficiales, habituales, casi como comparar el futuro de la sociedad toda y el Estado nuestro a una carretera, al obrismo desesperado, importante pero no esencial.
Nos preguntamos, si las sociedades cambian, se mueven, se transforman, repiensan sus referencias........
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