menu_open
Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Entrevista a Ivan Krastev. “La economía necesita más migrantes de los que la política está dispuesta a tolerar”

9 0
09.10.2024

Ivan Krastev (Lukovit, Bulgaria, 1965), presidente del Centro de Estrategias Liberales de Sofía, es un ensayista singular, capaz de ofrecer interpretaciones ingeniosas y profundas. Sus artículos en The New York Times o libros como Europa después de Europa (Universidad de Valencia) y el reciente La luz que se apaga (Debate), escrito junto a Stephen Holmes, lo han convertido en un intelectual de referencia para entender los desafíos de la democracia liberal. Combina la ciencia política con la atención a los productos culturales y las construcciones literarias, y ha sabido llamar la atención sobre las diferencias de percepción entre la Europa occidental y la Europa del Este, el papel de la historia o la influencia de la demografía.

La luz que se apaga es un libro sobre la imitación y sus descontentos.

Empezó como un libro sobre Rusia. Rusia no es China. No es la potencia que va a definir el futuro del mundo en los próximos cincuenta años. ¿Por qué perturba tanto? No va a conquistarnos y cambiar nuestra sociedad. Pero cuando miras Rusia, empiezas a ver que muchas cosas que creíamos que eran específicas de allí están en nuestras sociedades. Por eso empleamos el relato de Dostoievski “El doble”. En el cuento ves a alguien que es mejor que tú. Y aquí ves a alguien que es peor que tú, y entiendes que probablemente no eres tan distinto. Al pensar en la imitación, empezamos a descubrir un patrón común. Y nos preguntamos: ¿hay algo en este periodo pos Guerra Fría que explique este ascenso del resentimiento en lugares tan distintos? ¿Qué fue del fin de la historia? Había un modelo basado en la competición de dos ideologías universalistas que hundían sus raíces en la Ilustración europea y pretendían transformar el mundo: el comunismo y el liberalismo. Y una de las dos colapsó. No se debió a una derrota militar, sino a que sus propias élites y líderes, su propia sociedad, dejaron de creer en él. Solo quedó un modelo, la democracia liberal.

Esa sería más o menos la tesis de Fukuyama.

A menudo la gente critica o ridiculiza a Fukuyama. Pero acierta con algo y se olvida que su artículo se escribió en abril de 1989. Nadie esperaba que la Unión Soviética fuera a desaparecer. Fukuyama dijo: vale, los partidos comunistas pueden seguir en el poder pero el comunismo ha muerto. Han perdido su proyecto y nos intentarán imitar, porque la democracia liberal se ha hecho sinónimo de modernidad. No era una visión triunfalista, frente a lo que se ha dicho. Explica que a él no le gustaba particularmente: es un tiempo insulso, posheroico. Pero también es una visión muy determinista de la historia. Nuestro punto de vista era: ¿hay algo en la naturaleza de la época de la imitación que hace que la gente se vuelva resentida?

Girard y el deseo mimético son también ideas importantes.

Tomamos esa intuición de Fukuyama, que cree que las relaciones entre imitadores e imitados van a ser armoniosas. Y encontramos una idea muy diferente, que tomamos de René Girard, que estaba obsesionado con la imitación. Es alguien del tipo de Marx o Freud, que cree que ha encontrado la clave de la historia del mundo y que a partir de ahí lo puede interpretar todo. A veces lleva esa interpretación demasiado lejos. Pero su intuición central fue muy importante para nosotros: sobre todo, que la imitación es una relación antagonística. Y lo es especialmente cuando no imitas a Cristo sino a tu par, a alguien como tú. La mayor parte de la imitación no es imitación de instituciones o comportamiento, sino de deseos.

Tú quieres ser como otro; quiero ser como tú. Pero si quiero ser tú, reconozco que eres mejor que yo. Y esto de inmediato produce una crisis de identidad. En segundo lugar, si yo quiero ser tú, no hay sitio para ti. Si yo soy tú, ¿quién eres tú, dónde estás? Este tipo de tensión, desde mi punto de vista, fue infravalorado por la gente que estudiaba el periodo posterior a la Guerra Fría y las relaciones entre Oriente y Occidente.

¿Cómo se aplica ahí?

Cuando empezamos a interpretar el ascenso de actores políticos iliberales en el Este había dos interpretaciones principales. Para algunos, es la revuelta de los perdedores de la transición. Hay algo de verdad, pero no toda. Porque si ves el perfil de los votantes, no puedes reducirlos a los perdedores económicos. Pensemos en el caso polaco. Cuando en 2015 le preguntaron sobre el ascenso del partido Ley y Justicia, ante el éxito político y económico que era Polonia, Adam Przeworski respondió: teóricamente, esto no debía haber ocurrido. La otra explicación importante es la teoría de la reacción cultural. Backsliding, una recaída, una reincidencia: una palabra maravillosa porque viene de la religión.

Pero no vas a entender a Orbán o a Kaczyński si piensas que los países van a volver a los años treinta. Por supuesto, hay muchos tipos de discurso; por supuesto, la tradición histórica es importante. Pero hay algo más. Gestionaron el resentimiento a partir de la imitación: no queremos ser solo unos imitadores.

Ahora algunos de esos líderes iliberales hablan de colonización.

Para nosotros era muy importante distinguir nuestra idea de imitación del relato de la colonización. Según esa visión, lo que ocurrió a partir de 1989 es que el Este fue colonizado. Esto no es cierto; ellos decidieron. No es como en los años cuarenta cuando los soviéticos vinieron a imponer su sistema a sociedades sin preguntarles. No fue así en 1989, por eso la idea de normalidad es tan importante en nuestro análisis. El sueño de esos europeos era ser un país normal. Y ser un país normal significaba ser como Occidente, y ahí no diferenciaban. Era Estados Unidos, era Europa, con el paso del tiempo uno podía convertirse en Alemania. Por supuesto, era la Unión Europea: era la forma central de imitación institucional.

La imitación de Alemania era difícil por varias razones, explican.

Alemania tiene una relación particular con el nacionalismo, vinculada con la historia, con 1945. El nacionalismo no solo fue desacreditado o derrotado en Alemania, sino que también era una especie de sinónimo de deshumanización. En Europa central y oriental, los nacionalistas no eran parte de los derrotados en 1989, sino de la........

© Letras Libres


Get it on Google Play