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La violencia en los medios

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16.12.2025

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En México han muerto según cifras del gobierno entre treinta y cinco mil y cuarenta mil personas en los últimos cinco o seis años. Poco puedo ir más allá en la descripción de esas víctimas. Que no pueda yo no tiene demasiada importancia: es realmente llamativo que no pueda el gobierno ni la prensa. ¿Lo que está pasando en México es el fruto de una acción terrorista? El desconocimiento de los nombres, es decir, la falta de información absoluta que revela la inexistencia de los nombres, impide en estos momentos dar una respuesta clara y contundente a la posibilidad de llamar a esto una ofensiva terrorista.

Ahora bien, que en México hayan muerto cuarenta mil personas y no sepamos qué nombre ponerle a todo eso es una situación completamente insólita. En Ruanda, en tres meses, unos cuantos miles de hutus asesinaron a casi ochocientos mil tutsis a machetazos y le pusimos un nombre: genocidio. En Italia, entre los ochenta y los noventa, murieron asesinadas alrededor de diez mil personas al año y rápidamente se le puso nombre: era obra de la mafia. En esa circunstancia había un objetivo político que era el control del Estado por parte de una organización determinada. Nada de eso está en el caso mexicano. Podemos sospechar que hay una organización que pretende poner al Estado en jaque para pactar con él exactamente igual que en el caso mafioso, pero no llega nítidamente este mensaje a los ciudadanos. Y no puede llegar porque desconocemos los nombres de los cuarenta mil muertos, para empezar.

Tuve la fortuna de hablar la noche de mi llegada con altos funcionarios de la seguridad del Estado, a los cuales les hice una pregunta muy concreta: ¿dónde está, y a disposición de quién, la lista completa de las personas asesinadas en estos años? La cuestión tiene un indudable carácter moral: en una democracia como la mexicana se puede morir sin estar en una lista de muertos. Y ese es el asunto fundamental a la hora de definir lo que está pasando en el país: la inexistencia de una palabra para señalar, para aislar, para entender y, finalmente, para combatir. Porque el crimen no solo se combate con ametralladoras, sino, principalmente y antes de cualquier cosa, identificando a las víctimas y a los asesinos. Se dice en México “violencia”: ¡a qué último eslabón semántico tan frágil nos hemos tenido que acoger! Violencia sin más, como nacida espontáneamente. ¿Hay algún otro lugar en el mundo donde el sustantivo “violencia” quede colgado de la brocha sin un adjetivo como en México?

La BBC igual que la agencia Reuters, tiene prohibido el uso de la palabra terrorismo en sus cables, y sobre ello dice en su manual de estilo:



Deberemos informar sobre los actos terroristas con rapidez, exactitud, precisión, de forma completa y con responsabilidad. Nuestra credibilidad se ve socavada por el uso descuidado de palabras que conlleven juicios emocionales o de valor. La palabra terrorista en sí misma puede ser un obstáculo más que servir de ayuda para entender lo que pasa.


La BBC considera que la palabra terrorista incluye un juicio moral y, por lo tanto, sujeto a especulación. Pero podemos pensar en el sustantivo terrorista como podríamos pensar en el sustantivo carpintero. No parece que haya ninguna diferencia: el carpintero utiliza la madera para su trabajo y el terrorista utiliza el terror. La situación adjetival del término terrorista o terrorismo tiene poco sentido. Lo que sí tiene sentido es acotar las características de la acción terrorista para que podamos identificarla como distinta de la guerra, del crimen familiar o incluso del crimen político.

Rafael Sánchez Ferlosio, hablando de la guerra y el terror, planteaba una consideración de gran interés semántico que puede ayudarnos a desglosar el camino conceptual. Decía que el muerto por la acción del terrorismo no podía ser en modo alguno un muerto fortuito, dándole a fortuito la siguiente explicación: imagínense dos ejércitos que luchan y de repente hay una tempestad y un rayo cae sobre uno de los ejércitos y aniquila a cien o ciento cincuenta soldados. Esto sería vivido con placer por el ejército contrario, que de repente se ha deshecho de ciento cincuenta enemigos. Esa es la muerte habitual de la guerra. Dos ejércitos luchan y cualquier circunstancia que perjudica al ejército contrario beneficia al propio. Si en cambio cae el rayo sobre un enemigo de la patria vasca, difícilmente veríamos al día siguiente un comunicado de la organización terrorista ETA celebrando esa muerte. No imaginamos tampoco al IRA celebrando la caída del rayo sobre la cabeza de Ian Paisley, por ejemplo. Por lo tanto, hay una nítida línea de diferencia entre lo que es la guerra convencional, donde se celebra la muerte del enemigo por cualquier medio –porque uno menos es una forma de avance–, y la muerte por un acto terrorista.

¿Qué es lo que está obligatoriamente presente en el acto terrorista, y lo que en cambio no forma parte del azar proyectado sobre la guerra? ¿Por qué el rayo parte la cabeza de un enemigo y la guerra lo celebra y el terrorismo reacciona con indiferencia? La palabra clave es propaganda. Todo acto terrorista lleva un rayo, pero también un relámpago y un trueno. No se puede concebir la muerte terrorista sin el eco que la multiplica. No se trata solamente de la liquidación física del enemigo, sino de la expansión de esta liquidación en términos de amenaza a los vivos. El eco es inseparable de la muerte terrorista. Una muerte terrorista en secreto no sirve, como no hubiera servido que Al Qaeda matase a todas las personas que mató en las Torres Gemelas sin que ese suceso fuera retransmitido a todo el mundo.

Hay otra condición algo más complicada: el daño colateral, algo que está al margen del objetivo militar, casi siempre una matanza de civiles. Practiquemos un salto de pértiga intelectual y pongamos el concepto daño colateral en el centro mismo de la conducta terrorista. En 1987 el grupo terrorista eta puso una bomba en el estacionamiento del supermercado Hipercor en la ciudad de Barcelona y mató a decenas de personas. Una de las características sutiles y complejas de la........

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