Cuando el patio está en llamas
Hace unos días leía en la prensa una de esas realidades ocultas que te turban y te hielan la sangre hasta que te quitan las ganas de todo –sobre todo si eres padre–. Según la noticia, en una operación conjunta entre España y Francia, se ha desmantelado una red de escoria humana dedicada al tráfico de menores migrantes tutelados. La operación se ha cobrado con nueve detenidos en Lanzarote y un par más por todo el archipiélago; lo que confirma, para reproche de todos los que vivimos aquí, el papel indiscutible deLanzarote en esta triste historia. Pero lo que de verdad me revuelve el estómago es la constatación de que el sistema que debe protegernos hace aguas por todas partes. Y que doce niñas y un niño siguen en paradero desconocido, y hoy podrían estar siendo usados como el juguete sexual en algún rincón oscuro mientras aquí seguimos debatiendo si los de rojo, violeta, azul o verde son los malos de verdad.
Lo escribió Baldassare Castiglione hace cinco siglos, y el viejo italiano no se equivocaba ni un ápice. Si levantara la cabeza, nos diría que la semilla del bien, en este caso, es nuestra hipócrita conciencia de europeos civilizados que acogen al necesitado para luego, por simple incapacidad o dejadez –yo diría que por dejadez–, dejarlo caer en manos de los lobos que no son pocos. Da igual si uno piensa que deberían estar con sus padres o si cree que todo esto es un timo; eso son discusiones de barra de bar. La realidad, la sucia y cruda realidad, es que esos menores cayeron en una red de explotación por un acto de buen fe que salió mal. Les prometimos seguridad y les hemos entregado a un infierno. Y en lo único que pienso es en que podría ser su hijo, hija o los míos. La realidad es que esto no es más que la punta de un iceberg que nadie quiere afrontar, y que acabará por hundir el barco.
Llevamos una década escuchando a políticos de todos los colores tirarse los trastos a la cabeza con la inmigración irregular, usándola como arma arrojadiza en el innoble juego al que se dedican. Yo no voy a entrar en ese barrizal, porque la solución no está de puertas para adentro, sino de puertas para afuera. La solución está donde nacen los problemas, y los problemas nacen allí, no aquí. Lo de aquí es resultado de no tratar lo de allí. Es sencillo y simple de entender. Por eso, mientras aquí nos llenamos la boca con palabras como “invasión”, “derechos” o “solidaridad”, obviamos de manera deliberada lo que sucede en los países de origen, principalmente de........





















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