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Niños, abuelos y Navidad
En mi infancia, los 53 kilómetros que nos separaban de la aldea de los abuelos paternos estaban casi tan lejos en tiempo como los que hoy nos separan de Madrid. Si nos llevaba alguien en coche, me mareaba inexorablemente, salvo una vez que viajamos en una furgoneta sin asientos, acomodados en las banquetas de la cocina. En tren, cogíamos el Shangai o el catalán, que solo paraban en Betanzos y en Curtis, y........
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