El llamado Gobierno bonito —recuerde, un astronauta, un escritor televisivo, un juez entonces combativo, una activista sanitaria...— llegó a la Moncloa a lomos de una sentencia judicial en la que un magistrado amigo condenaba al PP de forma irregular, como luego acreditaron diversas sentencias. Pedro Sánchez hizo gala de la lucha contra la corrupción y siempre marcó una línea roja. Como hemos visto casi cinco años después, casi todas resultaron ser móviles: Máximo Huerta dimitió por tener una sociedad para tributar similar a las que tienen o tuvieron Nadia Calviño o José Luis Escrivá: Carmen Montón fue forzada a salir por plagiar un trabajo de fin de grado, que no era una tesis... Eran tiempos donde la mera sospecha bastaba para pedir las cabezas de los contrarios con celeridad y escasa justicia.

Pasada la fiebre del 15M, Sumar ha fijado la apertura de juicio oral como línea para forzar las dimisiones, en Cataluña basta con decir que eres independentista para librarte de todo, y en el PSOE, pues depende de tu grado de cercanía al poder. Véase como ejemplo el Tito Berni y los invitados a sus cenas en la pandemia.

La pandemia supuso el retorno al desmadre de algunos supuestos servidores públicos que solo van a servirse a sí mismos. El Tito Berni y las grabaciones del mediador Tacoronte nos mostraron la escala más baja de la corrupción. Y ahora Koldo, «el último aizkolari socialista», como definió Pedro Sánchez en su primer libro al asesor de Ábalos destapa el viejo espíritu de Rinconete y Cortadillo. Koldo, un hombre sin estudios que llegó a concejal de Industria en Huarte, su pueblo, y a consejero de Renfe Mercancías, se le premió por «dormir con los avales de Sánchez» antes de su retorno a Ferraz. De sus desmanes hay dos sentencias firmes, un indulto y un reguero de testimonios. Su locuacidad se acabó delante del juez, pero las investigaciones policiales y los pinchazos nos irán contando los aspectos más sórdidos de una trama a la que ya dedicó toda clase de epítetos el mismísimo Sánchez —y su coro— cuando pensaba que el escándalo podía salpicar a Isabel Díaz Ayuso.

En el PSOE nadie conoce ahora a Koldo. Ni Santos Cerdán, que lo fichó y promocionó, ni Ábalos, que era el número 2 del PSOE y se lo llevó a lugares tan extraños como República Dominicana o Guinea Ecuatorial. Ábalos está aforado y guarda muchos secretos del sanchismo. Pero a Koldo, que se parece cada vez más a Juan Guerra, solo le queda salvar su botín. Habrá que ver su lealtad.

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El último aizkolari socialista y su lealtad

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23.02.2024

El llamado Gobierno bonito —recuerde, un astronauta, un escritor televisivo, un juez entonces combativo, una activista sanitaria...— llegó a la Moncloa a lomos de una sentencia judicial en la que un magistrado amigo condenaba al PP de forma irregular, como luego acreditaron diversas sentencias. Pedro Sánchez hizo gala de la lucha contra la corrupción y siempre marcó una línea roja. Como hemos visto casi cinco años después, casi todas resultaron ser móviles: Máximo Huerta dimitió por tener una sociedad para tributar similar a las que tienen o tuvieron Nadia Calviño o José Luis Escrivá: Carmen Montón fue forzada a........

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