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Así están las apuestas de la discusión sobre información genética en la COP16

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21.10.2024

Todo lo que necesita saber sobre el poder, la deforestación y la biodiversidad en la región amazónica está en la Silla Amazonía.

Uno de los puntos más importantes de la agenda de la COP16 de biodiversidad que arrancó hoy en Cali es el de los beneficios que deben tener los países megadiversos, como Colombia, por el uso que hace la industria mundial de la información digital del ADN de las plantas, animales, microorganismos, y otras creaciones a partir de estos.

Se trata de las secuencias genéticas digitalizadas (DSI en inglés) de las especies que son las fórmulas detalladas que hay en bases de datos digitales de cómo funciona y se desarrolla la naturaleza (genomas) y que los científicos usan para investigar y a partir de ello desarrollar curas para las enfermedades, alimentos, cosméticos.

A partir de la reportería con dos científicos expertos en el tema y un mediador en este tipo de discusiones, La Silla Vacía explica las claves para entender la evolución que ha tenido la conversación desde 1993, cuando se aprobó el convenio de biodiversidad, y cuáles son las apuestas para la COP16. Es decir, quiénes son los jugadores claves y sus posturas, y cómo está el clima político para que se tome una decisión al final sobre cómo se van a repartir los beneficios.

Los tres grandes objetivos del Convenio de Biodiversidad (CDB) que se celebró en 1993 y que se mantienen hasta hoy son conservar la biodiversidad, usar los recursos naturales de forma sostenible y compartir beneficios por el uso comercial de la información genética de plantas y animales. La de las personas, que es cerca de un 20% de la que hay disponible, no se incluyó en el convenio.Antes de este convenio cualquier persona podía venir a Colombia, por ejemplo, u otro país, tomar un lulo u otra especie, llevársela para estudiarla y crear a partir de ella una vacuna sin pedir permiso. Después Colombia tenía que pagar regalías para usar esa vacuna sin tener ningún beneficio por ser el “dueño” del lulo. En otras palabras se consideraba que los recursos naturales eran patrimonio de la humanidad sin importar dónde estuvieran ubicados.

Pero dada la capacidad de los países desarrollados de extraer la información de esas especies, de procesarla y explotarla comercialmente, se generó una inequidad con los países dueños de la biodiversidad y por eso se estableció que los recursos naturales pertenecen al país de origen en el Convenio de Biodiversidad del 93.

Posteriormente, en 2010, se firmó el tratado de Nagoya —que Colombia no ha suscrito aún, pero cuyas normas acata en la práctica— que, básicamente, estableció que si algún país o empresa quería usar los recursos de otro necesitaba un permiso (acuerdo bilateral) y eventualmente pagarle una contraprestación. Algo que reconocía la soberanía de los países y también la protección de las comunidades indígenas que son las que suelen tener los conocimientos sobre esas especies.

Ese protocolo ha sido difícil aplicarlo porque no está claramente definido país por país a qué beneficios tiene derecho cuando se usa la información de sus especies. Lo que ha operado más frecuentemente es la transferencia de conocimiento por parte de los países o empresas usuarias a través del intercambio de estudiantes en universidades o centros de investigación extranjeros.

Brasil es de los únicos países que tiene una legislación avanzada que establece el 1% de las ganancias que percibe el usuario de la información.

Lo que pasó después en la segunda década del 2000 es que a partir de los registros originales de información genética de las especies se digitalizaron millones de secuencias de........

© La Silla Vacía


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