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La nitidez de la eternidad
De las tres prórrogas que, en el año 1992, nos dejaron sin oro, guardo un recuerdo borroso. También un dolor punzante que se activa en el esternón cada vez que la selección de waterpolo extravía sus aspiraciones olímpicas. Las más recientes, que aún escuecen como heridas sin cicatrizar, son causa del ardor balcánico. En Tokio un gol in extremis del serbio Filipovic nos mandó a casa. En París, demasiados balones se estamparon en el croata Bijac.
Pero también es cierto que, tras el rotundo éxito, el waterpolo español masculino no ha vuelto a tocar metal en unos Juegos.........
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