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Indonesia 1965-2025: cuando el pasado y el presente chocan

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Fue cometida bajo los auspicios de Washington y Londres[1]. Sesenta años después, el archipiélago se encuentra en el centro de las revueltas juveniles contra los privilegios de la oligarquía y la corrupción en defensa de una democracia reconquistada a duras penas desde 1998[2]. Una democracia que el actual presidente Prabowo Subianto repudia abiertamente al convertir al general Suharto, autor de las mencionadas masacres, en héroe nacional[3].

El general Suharto tomó el poder en octubre de 1965 con el mandato de transformar el vasto archipiélago en un bastión de la contrarrevolución asiática, en el marco de la política de contención aplicada en la región por Estados Unidos[4]. Una política aplicada simultáneamente en Tailandia, Malasia, Singapur y Filipinas. En Indonesia, el PCI [Partido Comunista de Indonesia][5], que ostentaba el poder, estaba estrechamente vinculado a Sukarno, el primer presidente de Indonesia. Gozaban de una importante legitimidad internacional tras la Segunda Guerra Mundial. El país había sido ocupado por Japón y la independencia se había proclamado en 1945, aprovechando el momento favorable que representaba la derrota de Tokio. Sin embargo, los Paises Bajos intentaron durante cuatro años reconquistar su antigua colonia. Diez años más tarde, Sukarno fue una de las principales figuras de la Conferencia de Bandung (1955), encarnando el tercermundismo antiimperialista[6].

El trauma social del terror blanco

Indonesia era entonces un país con cierto peso en la escena internacional, con una fuerte aura progresista. Razón de más para romper el régimen. Sukarno fue marginado durante el golpe de Estado de octubre de 1965 (se vería obligado a dimitir en marzo de 1966, cediendo formalmente el poder al general Suharto), y entonces el Ejército cometió lo que hay que calificar de genocidio político anticomunista (complementado con una dimensión antichina)[7]. El PCI era entonces el mayor partido comunista del mundo capitalista; su base social ascendía a millones de personas. Tenía estrechos vínculos históricos con las fuerzas armadas, pero estos resultaron impotentes en el momento decisivo. Las masacres se cobraron entre 500 000 y un millón de víctimas (posiblemente más)[8]. Incapaces de defenderse, el partido y sus organizaciones de masas fueron sistemáticamente diezmados. Sus miembros, sus familiares, cualquier persona sospechosa de simpatizar con ellos, fueron perseguidos, asesinados, encarcelados en campos, y los supervivientes cayeron en el olvido total. Sin juicios y, en muchos casos, sin ni siquiera cargos.

Los generales tenían vínculos estrechos -y desde hace tiempos- con Estados Unidos. Sabían que Washington les estaría agradecido por resolver la cuestión comunista de la mejor manera posible. Matarlos a todos se convirtió en un modelo de referencia en el que se inspiraron las dictaduras latinoamericanas[9]. Además, en el momento del golpe, el Ejército ya se había convertido en un organismo político-social en expansión, que aseguraba su presencia hasta en las aldeas. Había penetrado en la administración y podía ejercer presión desde dentro sobre todas las palancas del Estado, al tiempo que se beneficiaba de una capacidad de gobierno paralela a través de sus mandos territoriales. El cuerpo de oficiales superiores se había enriquecido, convirtiéndose en un componente de la oligarquía burguesa. Para llevar a cabo la represión, también podía........

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