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Gigante
Apenas era una niña flacucha, de pelo rizado, enfermiza, cuando me paseaba por el pueblo, montada a horcajadas sobre los hombros de papá. Desde esa altura me sentía invencible, dotada de una fuerza divina, plácida de alegría y orgullo. Como si me llevara sobre sí unos de los gigantes más encumbrados de mi propio mundo mitológico de fantasías.
Mi padre iba a trabajar en bicicleta, día tras días, hasta el municipio de Camajuaní. Los fines de semana los dedicaba al campo y en la sala de mi casa había una pirámide rústica de sacos de arroz. Me llevaba a la........
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