Ni el talento ni el genio tienen denominación de orígen, pero yo voy por el mundo presumiendo de todos los salmantinos talentosos y casi apropiándomelos, como si por compartir gentilicio me contagiase yo de sus virtudes, de sus cualidades y su buen hacer, cada uno en lo suyo. Se me llena la boca de orgullo al apuntar junto al nombre propio: «Es de Salamanca», una especie de piropo interesadillo, en la medida en que me atribuyo indirectamente el mérito, por ser yo también de Salamanca. Y esto me sucede tanto si me refiero a algún contemporáneo como si estoy hablando de los celtas vetones. Acabo de ver la exposición del Museo Arqueológico Nacional que conmemora en Madrid los primeros diez años tras la remodelación y he ido fijándome en las vitirnas, punta de flecha por punta de flecha, abalorio por abalorio, falcata or falcata, estatuilla por estatuilla, sin encontrar un solo objeto procedente de yacimientos de Salmanaca. Los había rescatados en la Necrópolis de La Osera, en Ávila, y en Villasabariego en León, pero no es lo mismo. Comencé a sentir una indescifrable desafección por la prehistoria, como si no fuera conmigo.

Cuando me encuentro en el extranjero con un grupo de españoles, pregunto de inmediato si alguno es de Salamanca. Y si presento a alguien y digo que es de Salamanca, lo hago como aportando un valor añadido, como quien concede un sello de calidad, una etiqueta de satisfacción y un certificado cariño. Quizá un poco infantil mi proceder y no muy ecuánime, lo reconzco, pero en cierta forma entrañable. Ha vuelto ha pasarme recientemente con Sara Cámara, chef salmantina de Casa Pacheco que se ha llevado dos medallas de bronce en las Olimpiadas IKA 2024, celebradas en la ciudad alemana de Stuttgart y en las que participaba como miembro de la primera Selección Nacional de Cocina de Competición. Pues la chica, además de ser una figura en la cocina y más maja que las pesetas, resulta que es de Salamanca. Más concretamente de Ledesma, donde acaba de pregonar las fiestas de Corpus Christi. No tenía el placer de conocer a Sara y me he deleitado con la ilusión y la pasión que pone en lo que hace, más si cabe y sobre todo porque compartimos origen. Ahí arranca mi admiración: ser o no ser... de Salamanca, como hubiera escrito Schakespeare, esa es la cuestión. Y me admira la cantidad de buena gente y repleta de cualidades de Salamanca que repartimos por el mundo. No hablo ya de la historia, interminable, sino de nuestro tiempo. No podría enumerarlos, ni siquiera los conozco a todos, pero igualmente me felicito por compartir con ellos el fuste que da esta tierra y el privilegio de ser de Salamanca.

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QOSHE - Ser o no ser de Salamanca - Rosalía Sánchez
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Ser o no ser de Salamanca

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05.06.2024

Ni el talento ni el genio tienen denominación de orígen, pero yo voy por el mundo presumiendo de todos los salmantinos talentosos y casi apropiándomelos, como si por compartir gentilicio me contagiase yo de sus virtudes, de sus cualidades y su buen hacer, cada uno en lo suyo. Se me llena la boca de orgullo al apuntar junto al nombre propio: «Es de Salamanca», una especie de piropo interesadillo, en la medida en que me atribuyo indirectamente el mérito, por ser yo también de Salamanca. Y esto me sucede tanto si me refiero a algún contemporáneo como si estoy hablando de los celtas vetones. Acabo de ver la exposición del Museo Arqueológico Nacional que conmemora en........

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