Entre los muchos idiomas por los que me he interesado a lo largo de mi vida no figura el abascaliense, por tratarse de una lengua que ni alcanza la autoridad de las lenguas muertas ni el poder de creación de las lenguas vivas. Permanece atrapada en un limbo que huele a cerrado, sin airear, y su léxico es demasiado reducido y cerrado como para abordar proyectos de futuro y convivencia, lo que la convierte en felizmente prescindible. Pero hoy voy a hacer un esfuerzo y adentrarme en este idioma, que se caracteriza entre otras cosas por su falta de tacto y nula visión global, con el objeto de facilitar que me entienda el aludido, que no sólo no habla inglés sino que se sirve del español, allende los mares, como arma enemiga contra los suyos. «Mira Santiago, si tienes lo que hay que tener, ven a Salamanca y nos dices a la cara que nuestra Universidad es totalitaria. ¡No hay huevos!». Imagino que más o menos así lo diría él. «No vayas a esconderte bajo las faldas de Donald Trump», habría que añadir, para hacer entender al afectado la flagrante contradicción entre el patriotismo del que tanto presume y la cobarde conducta de viajar al extranjero para, desde allí, poner verde a España. Desde la distancia, arrojar la piedra contra los intereses españoles.

Y no es que Abascal, como todo hijo de vecino, no tenga derecho a criticar a la Universidad de Salamanca si así lo estima oportuno. Estamos en un país libre. En estas mismas páginas han podido leer ustedes opiniones críticas junto a sus correspondientes argumentos, con los que pueden estar de acuerdo o no, pero dichos en casa, que es donde se lavan los trapos. Lo que ha hecho Abascal es exactamente lo contrario. Resulta difícil discernir si por supina torpeza o a cambio de quién sabe qué contraprestación, se ha plantado precisamente en el mercado en el que la Universidad de Salamanca se abre paso con gran esfuerzo, como foco de aprendizaje y certificación de la lengua española, para engordarle el caldo a quienes le hacen labor de zapa, entre ellos Petro, con el único objetivo de robarnos esa dignidad, de la que depende en cierta medida no sólo el prestigio de nuestra Universidad sino también la prosperidad que nos aporta. Abascal se ha sumado a la piara de políticos españoles que venden España en el extranjero para obtener allí ventajas estratégicas partidistas. Y de propina nos ha dado una muestra de su política internacional, que parece ser la del «sujétame el cubata«. El único atenuante a tener en cuenta es que el pobre Abascal no tuvo en su juventud la suerte o el privilegio de estudiar en la Universidad de Salamanca.

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QOSHE - Abascaliense - Rosalía Sánchez
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Abascaliense

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28.02.2024

Entre los muchos idiomas por los que me he interesado a lo largo de mi vida no figura el abascaliense, por tratarse de una lengua que ni alcanza la autoridad de las lenguas muertas ni el poder de creación de las lenguas vivas. Permanece atrapada en un limbo que huele a cerrado, sin airear, y su léxico es demasiado reducido y cerrado como para abordar proyectos de futuro y convivencia, lo que la convierte en felizmente prescindible. Pero hoy voy a hacer un esfuerzo y adentrarme en este idioma, que se caracteriza entre otras cosas por su falta de tacto y nula visión global, con el objeto de facilitar que me entienda el aludido, que no sólo no habla inglés sino que se........

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