Es lo que tiene cuando te invitan a intervenir en la Conferencia de Acción Política Conservadora en el National Harbor de Maryland. Que te vienes arriba. Y si encima Donald Trump te reconoce y te jalea en público, te crees un estadista salvapatrias y elevas el tono con un discurso lleno de tópicos ultramontanos para conseguir el aplauso fácil de una audiencia entregada.

Le pasó a Santiago Abascal el sábado pasado. Su soflama no hubiera ido más allá del típico alegato contra la globalización, la ideología de género o la -como dicen sus seguidores- dictadura climática, de no ser porque, entre tanta verborrea, se metió en un buen jardín. Calificó a la Universidad de Salamanca, junto a las de Bolonia y Harvard, como una «máquina de censura, de coacción, de adoctrinamiento y de antisemitismo». Así. Como lo leen. Y vino a apuntar también que estas universidades están en manos de «comisarios perturbados», que «inventan géneros, que pervierten la inocencia de los menores, que reescriben la historia y que promueven ideologías criminales». Uf.

¿Irresponsabilidad? ¿Ignorancia? ¿Inconsciencia? ¿Mala leche porque hace dos años la Universidad no permitió celebrar un acto de Vox en la cafetería de la Facultad de Derecho? ¿Todo junto?

Lo cierto es que Abascal, con sus insensatas declaraciones, puede haber hecho mucho daño a una institución que en estos momentos está luchando por convertirse en el Cambridge de las certificaciones mundiales en español. Y el mercado norteamericano es uno de los más importantes por conquistar. Precisamente, este mes la Universidad de Salamanca está probando su plataforma de enseñanza de nuestro idioma, al más puro estilo Netflix, en Texas, California y Florida. Son ocho millones y medio de estudiantes estadounidenses de español, un tercio de los que hay en todo el mundo.

Con tan lamentables frases, pronunciadas en el peor escenario posible, el líder de Vox puede haber dado al traste de un plumazo a muchos años de duro trabajo callado de numerosos salmantinos. Él, que viene de esa generación de políticos de los que apenas se les conoce trayectoria profesional -bueno, en este caso montó un bar y no duró ni dos años en acabar desahuciado-, de esos cuyo currículum, si les quitas los cargos públicos, es tan exiguo que cabe en un folio y te sobra medio, de esos que de verborrea fácil y parvo trabajo.

Nos quejábamos hace unos días de que el Gobierno de Pedro Sánchez había votado a favor de la ciudad alemana de Fráncfort y en contra de Madrid para que acoja la sede de la Autoridad Europea de Lucha contra el Blanqueo de Capitales y la Financiación del Terrorismo (AMLA). Ahora es Santiago Abascal quien también hace un flaco favor a los intereses de esa España con la que tanto se le llena la boca.

Puedo asegurarles por experiencia propia -mi hija es licenciada en Filosofía por la Universidad de Salamanca- que nuestra Alma Mater es un templo de saber donde reina la libertad de pensamiento. Por supuesto que tendrá imperfecciones. Sin duda descubriremos fallos de gestión, encontraremos profesores que necesitan una jubilación anticipada o habrá que luchar contra cierta endogamia que todavía sobrevive en algunas facultades. Pero eso no quita para que en sus aulas, en sus pasillos, en sus laboratorios... se respire democracia, pluralismo y servicio a la sociedad.

Después de haber visto las purgas que se gasta este señor en su partido, ya me imagino yo cómo sería la universidad de Abascal.

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QOSHE - La universidad de Abascal - Miguel Ángel García-Mochales
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La universidad de Abascal

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27.02.2024

Es lo que tiene cuando te invitan a intervenir en la Conferencia de Acción Política Conservadora en el National Harbor de Maryland. Que te vienes arriba. Y si encima Donald Trump te reconoce y te jalea en público, te crees un estadista salvapatrias y elevas el tono con un discurso lleno de tópicos ultramontanos para conseguir el aplauso fácil de una audiencia entregada.

Le pasó a Santiago Abascal el sábado pasado. Su soflama no hubiera ido más allá del típico alegato contra la globalización, la ideología de género o la -como dicen sus seguidores- dictadura climática, de no ser porque, entre tanta verborrea, se metió en un buen jardín. Calificó a la Universidad de Salamanca, junto a las de Bolonia y Harvard, como una «máquina de censura, de coacción, de adoctrinamiento y de antisemitismo». Así. Como lo leen. Y vino a apuntar también que estas universidades están en........

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