¿Soberanía tecnológica o dependencia criminal?
La guerra moderna ya no necesita ejércitos formales ni blindados en las calles: basta un dron con cámara térmica, conexión de fibra óptica y un software de inteligencia artificial. Lo inquietante es que en México estos sistemas ya están en manos de actores no estatales, mientras el Estado observa, reacciona tarde o simplemente no entiende la magnitud del fenómeno.
La expansión del uso de drones de alta gama por organizaciones criminales no es una especulación. Desde hace años existen reportes sobre su utilización para vigilancia de fuerzas de seguridad, transporte de armas, ataques con explosivos y comunicación táctica en zonas de conflicto. Lo grave no es solo que existan, sino que no hay una infraestructura estatal capaz de detectarlos, rastrearlos o neutralizarlos de manera efectiva.
El crimen organizado descubrió, antes que el propio Estado, que el control del espectro digital es una forma de soberanía. Mientras tanto, México sigue atrapado en una visión analógica de la seguridad pública, donde los drones se discuten como curiosidad tecnológica y no como lo que realmente son: armas asimétricas de bajo costo y alta letalidad, alimentadas por redes de fibra óptica y comunicación encriptada.
El Estado mexicano ha sido lento en comprender que la seguridad nacional ya no depende solo de patrullar carreteras o zonas rurales. Los conflictos contemporáneos se libran en tres niveles simultáneos: físico, informático y electromagnético. Los drones, que operan entre los tres, representan la convergencia más peligrosa de esa triada.
Técnicamente, un dron moderno puede volar más allá del alcance visual gracias a enlaces por fibra óptica o señales 4G/5G, enviar video encriptado a cientos de kilómetros y ejecutar rutas........





















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