Desperdiciamos nuestro tiempo en los supuestos protagonistas del país. Quizás porque estamos habituados a las tramas con sus héroes y con sus villanos, se nos va la vida en seguirles los zigzags a tantos políticos que nos desprecian, y entonces perdemos de vista que aquí afuera, en la vida real, no hay extras, sino prójimos y almas y personas que anhelan. De eso justamente se trataba aquel funeral estremecedor, puesto en escena por Defendamos la Paz, el martes pasado, en la Plaza de Bolívar, en nombre de los 1456 líderes sociales y los 412 firmantes de paz que han sido asesinados desde la firma de los acuerdos de 2016. Era claro, mientras caminábamos entre las urnas de aquellos defensores de nuestros derechos, que Colombia lo obliga a uno a ir en puntillas, y que matar aquí no puede seguir siendo nada.

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Se ha visto en las noticias la manía tan cínica –de los políticos sapos y los políticos lagartos– de........

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