Bogotá huele a humo
Finalmente aterrizó el avión en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, donde tiendo a caminar robotizada y efectiva para subir o salir del avión, excepto por una mirada nostálgica rápida al hoy parqueadero de aviones donde solía estar el viejo edificio que me evoca tantos bellos recuerdos de bienvenidas. La despedida es el comienzo del regreso, siempre me dijo mi padre.
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En el taxi a casa empecé a sentir que algo estaba diferente. Era sutil. La ciudad olía a humo. Me ardían los ojos y la garganta. Había leído en las noticias sobre cada uno de los incendios que tenía el país durante este agudo verano, pero el de la capital, aunque apagado y que ya no sentían quienes habían estado en la ciudad y lentamente se habían acostumbrado, yo lo identificaba con claridad entrando en mis pulmones.
Me puse a pensar en Bogotá. Esa ciudad capitalina y grande guiada por su cordillera que marca como brújula sus caminos. Esa ciudad que a 2.625 metros atrae........
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