Un dolor necesario
Levante la mano quien alguna vez ha dicho o pensado algo así sobre Colombia: Este país es una m..., es inviable, me quiero ir de acá, estamos llenos de resentidos, de ladrones, de delincuentes. ¿Alguien con la mano abajo? Pensamientos así nada tienen que ver, creo yo, con falta de amor por el país, sino con la frustración de no poderlo vivir plenamente, debido a las profundas heridas que su historia –la del pasado y la que va dejando el presente– ha dejado en nuestra colombianidad. Son heridas que duelen, incluso cuando ya las creíamos cicatrizadas, y que salen en forma de esas duras sentencias, a las que luego matizamos con otras que evidencian cuán bello nos parece este lugar donde nos correspondió nacer.
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Comienzo así porque creo que anticipándome a hacerles ver cuánto queremos a Colombia a pesar de lo que la criticamos, podré tener éxito con la invitación a la que voy a dedicar lo que resta de esta columna. Es una invitación a vivir un........
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