Las nuevas acrobacias del juez Carlos Villalba, el juez sin alma en la toga.
Los antecedentes: cuando la justicia fue usada como catapulta electoral
En 2023, el país presenció un capítulo insólito. El juez Villalba ordenó la inscripción extemporánea del candidato de Fuerza Ciudadana a la Alcaldía de Santa Marta. La decisión, que desafiaba de frente los plazos electorales y la jurisprudencia consolidada, fue rápidamente desmontada por la Sala Laboral del Tribunal Superior de Santa Marta el 23 de noviembre de ese año.
El Tribunal no solo revocó la sentencia; expuso, con lenguaje más fino que el que permite esta columna, que aquello constituía un desvarío jurídico sin asidero normativo. Luego llegó la Sentencia T-300 de 2024 de la Corte Constitucional, que confirmó la revocatoria y además compulsó copias al juez Villalba por irregularidades en su actuación. En términos diplomáticos, la Corte dijo lo que todo el mundo pensaba: los jueces no están para sabotear el orden electoral.
Pero, como bien enseña la patología institucional, hay quienes confunden el llamado de atención con invitación a reincidir, y eso puede que suceda, por las pésimas asesorías en derecho penal que el Juez Villalba seguramente recibe de su progenie paterna, excluida del servicio judicial en virtud de la pensión, pero con un mar de desprestigio. Nunca antes había existido un ejemplo tan explícito del desprecio a la sonoridad de un apellido por su legado nauseabundo.
2025: el retorno del desquiciamiento........





















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