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El güigüicho

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Ciudad de México.- Libidio Pitongo, galán concupiscente, fue a confesarse la víspera de Navidad. Estaba en el confesonario el padre Arsilio, quien por su edad no oía ya muy bien. Le dijo Pitongo: "Acúsome, padre, de que me estoy tirando a la mujer del boticario". Dijo el confesor: "Habla un poco más fuerte, hijo. No te oí". Repitió Libidio alzando más la voz: "Me acuso de que me estoy tirando a la mujer del boticario". "No te oigo -volvió a decir el sacerdote-. Habla más fuerte". Y Pitongo, con voz más alta aún: "¡Me acuso de que me estoy tirando a la mujer del boticario!". Algunos feligreses que estaban cerca alcanzaron a oír lo que decía, y le dirigieron miradas de interés. Repitió el padre Arsilio: "Perdona, hijo, pero no te escucho. Habla más fuerte, por favor". Impaciente gritó Priotongo: "¡Acúsome, padre, de que me estoy tirando a la esposa del boticario!".. Al oír aquello todos los que estaban en el templo se volvieron llenos de curiosidad hacia el confesonario. Libidio se percató de aquello, sacó la cabeza y dijo: "Aprovecho la ocasión para ponerme a las apreciables órdenes de las damas y desear a todos........

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