Ordenadores llenos, cabezas vacías
Puedes tener un cerebro tan grande como puedas refrigerar, dice una vieja ley evolutiva. Esta ley también parece regir para la inteligencia artificial (IA). El nuevo Marenostrum 5, el megacomputador recién inaugurado en Barcelona por Sánchez y Aragonés, uno de los más grandes de Europa, necesita una sala de mil metros cuadrados para alojarse. Sin embargo, necesita una sala de dos mil metros cuadrados, justo el doble, para el sistema de refrigeración. Esta sencilla observación nos dice que todo lo que tiene que ver con la inteligencia artificial sigue sometido a la ley de la entropía, consume cantidades ingentes de energía y tiene necesidad de limitar el calor que produce. No tiene lugar fuera del mundo físico. Requiere enormes cantidades de agua y contamina de un modo que no imaginamos.
Cuando preguntamos qué logros de utilidad común se derivan de ese megaordenador, calificado como una infraestructura de primer nivel y comparado con la hazaña de tender la primera vía férrea en Cataluña hace 175 años, se nos responde que «podremos avanzar en proyectos como generar un gemelo digital humano». A la pregunta de qué ganaríamos con esa duplicación digital, que imita lo que la naturaleza consigue, al menos por ahora, sin los mil trabajadores que al parecer trabajan en este proyecto, no obtenemos una respuesta convincente. La cosa promete más cuando se nos dice que puede........
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