El mérito debe ser el nuevo sentido común
Durante años nos han repetido que el éxito es sospechoso, que el progreso individual es fruto de privilegios ocultos y que la movilidad social es un espejismo diseñado para justificar desigualdades. Ese relato, que alguna vez sedujo a quienes buscaban culpables externos, hoy empieza a desmoronarse. Está emergiendo un nuevo sentido común: la idea de que el mérito —y no la cercanía al poder— debe convertirse en la brújula de una sociedad que quiere avanzar.
En Bolivia, hablar de mérito ha sido casi un acto subversivo. Nuestro país ha vivido atrapado entre un igualitarismo mal entendido y un paternalismo estatal que promete seguridad a cambio de docilidad. En ese régimen, no importa cuánto estudies, trabajes o emprendas: siempre habrá alguien que te explique que tu esfuerzo “no cuenta”, que tu progreso “perjudica” o que tu éxito es “imposible sin privilegios”. Pero la evidencia cotidiana contradice ese discurso. Miles de bolivianos saben que su vida mejora cuando ellos mejoran, no cuando el Estado promete.
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