La reforma que siempre postergamos
En los cuatro años y medio que pasé por la Facultad de Derecho, no recuerdo haberme topado con un solo compañero o compañera de estudios que revelara con entusiasmo que aspiraba a ser juez o fiscal. No recuerdo, tampoco, a profesor alguno que lo incentivara o que siquiera se mencionara remotamente como alternativa de carrera.
Eran tiempos complicados. Acababa de caerse el tercer gobierno de Alberto Fujimori y había mucha conciencia sobre cómo el sistema de justicia –incluidos el Ministerio Público y el Jurado Nacional de Elecciones– había sido capturado por el poder de turno. Recuerdo haber visto desfilando, además, a buena parte de los profesores de Derecho Penal defendiendo a los exfuncionarios que iban cayendo por casos de corrupción.
Cundía la sensación en los pasillos de aquella facultad de que uno podría ser exitoso con una práctica privada como abogado manteniéndose en buena medida al margen de las instancias judiciales, salvo que fuese suficientemente masoquista como para meterse de abogado procesalista. Pero sí era posible, aunque pareciera contradictorio, dedicarse al derecho haciéndose........
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