Hubo, en siglos anteriores, donde se dejaba tiempo para pensar. Donde nadie se dirigía a un trabajador para exigirle ¡ese tabique lo quiero construido para ayer! La furia, que seguro había, era comedida y antes de sacarla fuera se tomaba el ‘carajillo’, que hacía de calmante, y luego, ya si eso…

Ejemplo. Año 1916. A propuesta de la Real Sociedad Geográfica, presidida por el historiador Manuel de Foronda, el Gobierno de la Nación, cuya batuta estaba en manos del Conde de Romanones, acuerda el cambio de nomenclatura en el nombre a 573 pueblos de España. ¿Causa, motivo y razón? Pues, que eran muchos, muchísimos, a los que habían bautizado en diferentes lugares y provincias bajo el mismo nombre. Y si quieren les cuento las penas que pasaban, por ejemplo, los carteros cuando –sin aún código postal, pues este ‘llegó’ en 1981- con el mismo nombre (Ej. Escalona), había dieciséis en toda España.

Cierto es que desde 1858 existía un nomenclátor (1), más, y como continuara siendo difícil, el referido organismo puso apellidos para determinar el ‘dasaguisao’. Así, del total de los citados pueblos ‘cambiantes’, veintidós correspondieron a Segovia. A saber:

Aldea del Rey… Aldea Real (1); Alconada… de Maderuelo; Arevalillo… de Cega; Cabañas… de Polendos; Escalona… del Prado; Fuentesauco… de Fuentidueña; Grado… del Pico; Hinojosa… del Cerro; Honrubia… de la Cuesta; Hontanares… de Eresma; Ituero… y Lama; Linares… del Arroyo; Losana…........

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