Los segovianos olvidados en América
Resulta complicado como segovianos, llegado el atardecer, no mirar hacia poniente cuando el sol declina. Nostálgicos de un pasado que solemos desconocer, miramos cómo el sol se pierde entre los viejos trigales agostados, esperando que una esperanza nueva nos devuelva una memo- ria casi imposible de recuperar. Acostumbrados a no mirar hacia atrás, los nacidos entre las estribaciones del Guadarrama y la llanura seca y agreste de Castilla solemos buscar en el mañana algo que nos dé fuerzas para seguir el penoso ca- minar. Pocos somos ya los que marchamos hacia el incierto futuro con el bagaje del ayer en nuestras alforjas. Pocos, digo, conscientes de lo que generaciones de segovianos legaron a este presente y poco o nada les devolvemos que permita recuperar su memoria trascendental.
Nadie anda preocupado por las calles segovianas de aquellos Rodrigo Sánchez o Rodrigo Escobedo, segovianos, y aquel Antonio de Cuéllar, tripulantes del primer viaje que el almirante Colón hiciera hacia lo desconocido. Habitantes de la frontera que fuera, segovianos de toda estirpe, se habituaron a afrontar las penurias que la vida incierta conllevaba, según explicaba, hace ya más de ocho siglos, Muhammad al Idrisi. En el caso del Nuevo Mundo, que diría Pedro Mártir de Anglería, la presencia segoviana llegó a ser tan numerosa en los primeros momentos, que no me cabe en la cabeza cómo la comunidad segoviana hace oídos sordos a una reflexión constante y permanente al respecto. Cientos de aquellos paisanos pasados acompañaron el traumático proceso........
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