Con el fardo pesado de una isla encima
Tal vez el escritor cubano Virgilio Piñera sea el autor más ignorado, célebre y olvidado de la literatura latinoamericana. Cuando exista (si es que sucede, cosa que dudo a juzgar por la artrosis intelectual, la pereza creativa y las fragmentarias y escasas lecturas, en tiempos de redes) una generación de jóvenes creadores preocupados por rescatar lo cubano en la literatura hay que recurrir ineluctablemente a este autor, que no solo fue un novelista extraordinario y un cuentista ácido y surrealista, sino también un poeta rellollo, tan cubanísimo como el arroz con frijoles y el puerco asado y un escritor de teatro incómodo que retrató, como ninguno, nuestras miserias humanas y nuestras simulaciones.
Son pocos los intelectuales que siguen releyendo sus obras, y vuelven sobre la novela de iniciación La carne de René, que publicó por primera vez en su autoexilio, en Buenos Aires, o escrutan nuevamente su poema, casi testamentario, La isla en peso. Y ni pedir, porque sería casi una utopía la relectura de sus obras teatrales Electra Garrigó o Aire frío, dos clásicos del teatro isleño o su libro de relatos Cuentos fríos, y mucho menos hurgar en su papelería epistolar con grandes autores como el novelista y dramaturgo polaco, Witold Gombrowicz o el narrador, poeta y crítico literario cubano, Severo Sarduy, trabajo que sí hace, con gran tino, esta nueva propuesta ensayística.
El quehacer escritural de este hombre, que dicen los que le conocieron, hacía muecas a los escribientes, se burlaba de las poses snob del mundillo creativo cubano y........
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