La factura del desafío burlón
En la boutade de Puigdemont se rompieron muchos platos. Quedaron esparcidos en mil pedazos, entre la algarabía –las adhesiones al caudillo–, la pasmosa incredulidad –nadie ejecutó la orden de detención– y la zozobra incesante –una investidura envuelta en sofocos y sobresaltos–. Alguien pagará tanto destrozo. Los Mossos ya lo están haciendo con el penoso coste de su reconocido descrédito policial, enfangados entre fundadas sospechas de incompetencia supina, decenas de activos infiltrados independentistas y aroma a sumisión política. Le llegará el turno del escote también al resto de los cuerpos policiales y a Interior. Tampoco los hooligans soberanistas Turull y Rull –un patético presidente de Parlament como escolta de su ídolo– saldrán indemnes de la ópera bufa. Y en la gravosa factura que espera aún queda por saber el coste politico que asumirá el Gobierno español. Pero, de momento, Illa president de la Generalitat. Otra victoriosa de Sánchez a modo de patada a seguir.
En el desenlace de esta bochornosa degradación plagada de incógnitas lacerantes, la botella medio llena es la que se mira desde el pragmatismo que insufla machaconamente el........
© Deia
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