La otra historia de Estados Unidos: mitos, falacias y verdades
Tanto la historia real, cual despliegue objetivo de acontecimientos, como la historia entendida cual ciencia social que la estudia e interpreta, relacionando hechos alejados en el tiempo con situaciones actuales o hallazgos recientes y estableciendo ordenamientos cronológicos, poseen la capacidad de relativizar criterios establecidos previamente, considerados como verdades absolutas. A menudo, han sido los propios hechos los que desafían explicaciones y muestran hasta lo contrario de aseveraciones que la historia oficial de un país --la que reproduce el sistema escolar, desde la enseñanza elemental hasta la universitaria y la que divulgan los medios de comunicación--, presentaba con contundencia, de forma irrefutable. En otros casos, han sido los estudios que, motivados por condicionamientos clasistas, perspectivas ideológicas o intenciones políticas --insatisfechos ante la complacencia intelectual con la que una sociedad se mira a sí misma--, quienes han aportado nuevos referentes analíticos, actuando a contracorriente de lo establecido como autoconciencia nacional.
Lo planteado no hace sino reafirmar la dialéctica del conocimiento, la cual se explica, del modo más sencillo, mediante una metáfora ampliamente difundida: la del viejo topo. Ella habla, como probablemente le resulte familiar al lector, de que en su interminable cavado de túneles bajo la tierra, el pequeño animal siempre acababa asomando la cabeza por algún agujero. Así opera la historia, con su persistente e irrebatible significación, dado el peso de las evidencias y de los ajustes que acompañan sus análisis, al cruzar miradas entre el pasado y el presente.
En Estados Unidos hoy, no casualmente, se está reavivando el debate historiográfico, como ha sucedido antes al acercarse y arribarse a determinadas fechas que son objeto de conmemoración, debido al significado que, por partida doble, han tenido para el acontecer histórico en sí mismo y para la revalorización de los juicios establecidos sobre ello. Este es el caso del año en curso, toda vez que en 2024 se conmemora el centenario de algunos acontecimientos en la historia real norteamericana, cuyas interpretaciones a la luz de la historia que transcurre en la actualidad, aconsejan prestarles alguna atención. Se abre, así, un marco propicio para la confrontación de visiones, siguiendo la mencionada dialéctica del conocimiento. Seguramente, no pocas procurarán apuntalar la mitología de que Estados Unidos es la sociedad perfecta, reproducir las falacias implantadas. De ahí que, como en otras ocasiones, el autor de estas notas aproveche la oportunidad para ir en dirección contraria.
En ocasiones precedentes, ante determinados aniversarios, como sería el 240 de la Revolución de Independencia, en 2016, o el 150 del fin de la Guerra Civil, en 2021, se registró una muy amplia gama de publicaciones, derivadas de indagaciones que aquilataban convenientemente, incluidas algunas con aproximaciones novedosas, el significado de tales hechos para la configuración de la nación como emblema universal de la democracia, la libertad y los derechos humanos, civiles y políticos, dentro del marco de la civilización occidental. Eran las visiones funcionales a la ideología dominante, la de los grupos de poder. Junto a ellas verían la luz otras, con miradas contrastantes, que destacaban lo contrario, en el sentido de que se oponían a tal glorificación del pasado, presentando otra historia de la sociedad norteamericana. Una historia crítica o revisionista, basada en las experiencias de genocidio, etnocidio, despojo, violencia racial, marginación, opresión y exclusión impuesta por la evolución del capitalismo, que no competía en alcance, influencia o aceptación, ni se integraba al consenso prevaleciente.
Recuérdese que el pensamiento social, el cualesquiera de sus manifestaciones, posee un elevado coeficiente ideológico. Como señalaba Lenin, en los marcos de una sociedad clasista no puede existir una ciencia social imparcial. Con tales antecedentes y desde las coordenadas anotadas es que resulta oportuno dirigir la vista a la sociedad norteamericana en 1924.
Al mirar a Estados Unidos cien años atrás, llama la atención que, en la mayoría de los textos acerca de la historia de ese país, la década de 1920 es considerada, indistintamente, como el período de los “alegres veintes”, “felices años veintes” o “años locos”, concentrándose la atención en el auge general que siguió a la Primera Guerra Mundial y en sus implicaciones para la sociedad, sobre todo para el bienestar material. Si bien se trató, en efecto, de un decenio de gran crecimiento económico, en el que se dinamizó la producción industrial y floreció la cultura, debido a los resultados de la Segunda Revolución Industrial y al papel del país --que no sufrió cuantiosos daños en su territorio, como los europeos, lo cual le benefició--, como acreedor de las potencias involucradas en la Primera Guerra Mundial, fue un tiempo de estremecimiento político.
Lo que suele preponderar en los libros de historia y en la literatura que refleja la época, es la visión almibarada, la que presenta la vertiginosa construcción de........
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