LA HABANA, Cuba.- Hacía más de un año que los servicentros de la capital no vendían gasolina con cierta regularidad. Los últimos tres meses, de golpe y porrazo, disminuyeron las extensas filas de autos que aguardaban días para echar ese carburante. Solo algunos Cupet, eventualmente, quedan sin suministro por más de 72 horas.

“Ahora es más cara, pero se compra más fácil. Hace tiempo no pasaba así”, comentó a CubaNet un empleado de Cupet, quien ilustra que, en la otra cara de la moneda, la situación con el diésel difiere. Rogelio Zayas Larduet, botero de Guanabacoa, denuncia que por estos días donde único aparece petróleo con sistematicidad es en los puntos de venta habilitados en dólares.

“Ayer mismo nada más encontré en Playa y solo se aceptaban tarjetas MasterCard y Visa, como si uno fuera yuma (extranjero). En moneda nacional está escaso, para comprar hay que fajarse con las colas y los revendedores. Así es muy difícil trabajar”, apuntó el transportista.

Pareciera que el desigual contexto es una derivación del paquetazo económico aplicado el primero de marzo, cuya punta de lanza trajo un incremento del precio de los combustibles. Eso manifiestan los particulares que se dedican a la transportación de pasajeros, expuestos desde entonces a precios que de la noche a la mañana aumentaron alrededor del 500%.

Sin embargo, no es el primer periodo en que el suministro de un combustible es más irregular que otro, o que sus precios se disparan a ritmo récord. Y es que los costes oficiales de la gasolina y el petróleo nunca fueron el origen del problema, sino una escasez que ha llevado a que los transportistas particulares dependan del mercado negro para trabajar sin interrupciones.

Como Zayas, la mayoría de los boteros ruedan en añejos almendrones que consumen diésel. “Por la izquierda” el litro de petróleo fluctúa entre los 250 y 300 pesos, mismo rango de precio que tenía unos seis meses antes del paquetazo. Los que sí comenzaron a subir de valor, incluso antes de la subida del costo de los combustibles, fueron los pasajes del transporte privado.

Cuando inicialmente se anunciaron las medidas económicas para enero, automáticamente los taxistas añadieron cien pesos al precio de las rutas y fijaron los tramos en 150 pesos, por cortos que pudieran ser. A pesar de que la entrada en vigor del paquetazo quedó aplazada hasta nuevo aviso, la inflación del valor de los pasajes se mantuvo intacta.

Las tarifas habrían aumentado por una situación de temor, según Lorenzo Flores Oropeza, taxista de la ruta Habana-San Agustín (La Lisa). “Hay que prevenir, aquí nunca se sabe lo que va a pasar”, dijo. La huelga silenciosa, explica, había sido la primera reacción del sector hacia cualquier regulación en su contra, pero esta vez pocos llamaron al parón.

“Los dos o tres que hablaron de eso, lo que querían es que salieran menos carros a la calle, para tener menos competencia y ganar más dinero. Al final todo el mundo sigue trabajando, porque saben que el boteo todavía deja más que suficiente para mantener a la familia y reparar el carro, que cualquier pieza cuesta un ojo de la cara”, argumentó Flores.

Marcelo Oliva Triana, otro transportista independiente, amplió que todo se resumió en pagar los nuevos costos del combustible o renunciar en plena crisis a uno de los oficios más lucrativos que funcionan en el país. No obstante, aclara, para mantener a flote el negocio se debe establecer un equilibrio entre los gastos e ingresos.

Además del alza del precio de los combustibles, el sector está expuesto al constante encarecimiento de las piezas de repuesto y de los servicios de los talleres de mecánica, electricidad y chapistería.

“Se aprieta porque es necesario, de lo contrario trabajas por gusto, aunque es cierto que muchos quieren sacarle el zumo a la gente. He visto cobrar 400 pesos en la ruta Habana-Palma, que son unos diez kilómetros y se hace bastante trasbordo. Eso es demasiado, pero el Estado es quien propicia todo eso”, señaló Oliva.

Quienes cobran tarifas extremas, amplía, sirven de justificación a los inspectores para imponer multas que van de 8 a 12 mil pesos. “Las multas son abusivas, no sacan la cuenta que eso también crea un ciclo perjudicial porque la única manera de pagarlas es seguir cobrando de más”, dijo el entrevistado.

Cada cierto tiempo, cuando rebozan las quejas por los precios de los pasajes en los taxis particulares, el gobierno local y la Dirección General de Transporte Provincial (DGTP) ejecutan una cacería de brujas contra los porteadores independientes con el propósito de hacer cumplir las tarifas oficiales.

En junio de 2023, en medio de un incremento acelerado del costo de ese servicio, se establecieron precios topados para las 46 rutas de transporte privado que funcionan en la ciudad, estableciendo precios que oscilan entre los 45 y los 170 pesos, según el tramo y las distancias. La medida tuvo un antecedente en 2020, cuando el gobierno capitalino quiso contener un alza de las tarifas.

En aquella ocasión, como ahora, lo estipulado cayó en saco vacío ante la imposibilidad estatal de responder a las demandas de los transportistas en cuanto a facilidades para comprar combustible, piezas y partes de repuesto a precios más justos que los del mercado informal.

“Fue un paripé lo que hicieron. Cogieron a tres o cuatro y se ensañaron con ellos, para escarmentar, y luego las aguas volvieron a tomar su nivel, como si nada hubiera pasado. Es lo mismo que está pasando ahora”, destacó Irán Hierrezuelo Díaz, quien cubre la ruta Playa-Parque El Curita-Playa.

Los pasajes nunca han parado de encarecerse. En la actualidad, de La Habana a Guanabo fluctúan entre los 400 y 500 pesos, de Santiago de las Vegas a La Habana 350 y 400 pesos y, sucesivamente, en casi todas las rutas de 200 a 300 pesos por encima de los precios oficiales que hace nada más un año fueron implementados.

A principios de marzo, el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, a raíz del paquetazo económico y el aumento del costo de los combustibles instó a decomisar los vehículos de los transportistas privados que subieran las tarifas de los pasajes, sin reconocer que el sector llevaba alrededor de nueve meses violando los precios anteriormente establecidos.

Según Hierrezuelo, tras las amenazas del funcionario una oleada de inspectores salió a las calles. “Más que a cumplir la orden, lo que hicieron fue hostigarnos para pedir dinero. Pero en unos días los recogieron, porque como está el transporte público, sin nosotros, se les arma una cabeza de playa. No tienen cómo mover tanta gente”, puntualizó.

Según la información emitida por el gobierno, el aumento de los precios de los combustibles se traduce en una reducción de subsidios que promueve la sostenibilidad económica del país. El discurso oficial evade amplificar el impacto de la medida en la vida cotidiana de los cubanos, quienes están expuestos a una galopante inflación del costo de bienes y servicios generales.

“Todo sube menos los salarios. Mira el transporte, sin guaguas y tampoco puedes pagar una máquina (taxi privado) todos los días para trabajar, porque están carísimas y luego no te alcanza para comprar comida. Y si no haces el sacrificio, y la pagas, no llegas a trabajar muchas veces y entonces cobras menos. Es un efecto dominó”, razonó Anna Morales Rodríguez, una trabajadora estatal.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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Gobierno y boteros juegan al gato y al ratón… el pueblo paga las consecuencias

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22.06.2024

LA HABANA, Cuba.- Hacía más de un año que los servicentros de la capital no vendían gasolina con cierta regularidad. Los últimos tres meses, de golpe y porrazo, disminuyeron las extensas filas de autos que aguardaban días para echar ese carburante. Solo algunos Cupet, eventualmente, quedan sin suministro por más de 72 horas.

“Ahora es más cara, pero se compra más fácil. Hace tiempo no pasaba así”, comentó a CubaNet un empleado de Cupet, quien ilustra que, en la otra cara de la moneda, la situación con el diésel difiere. Rogelio Zayas Larduet, botero de Guanabacoa, denuncia que por estos días donde único aparece petróleo con sistematicidad es en los puntos de venta habilitados en dólares.

“Ayer mismo nada más encontré en Playa y solo se aceptaban tarjetas MasterCard y Visa, como si uno fuera yuma (extranjero). En moneda nacional está escaso, para comprar hay que fajarse con las colas y los revendedores. Así es muy difícil trabajar”, apuntó el transportista.

Pareciera que el desigual contexto es una derivación del paquetazo económico aplicado el primero de marzo, cuya punta de lanza trajo un incremento del precio de los combustibles. Eso manifiestan los particulares que se dedican a la transportación de pasajeros, expuestos desde entonces a precios que de la noche a la mañana aumentaron alrededor del 500%.

Sin embargo, no es el primer periodo en que el suministro de un combustible es más irregular que otro, o que sus precios se disparan a ritmo récord. Y es que los costes oficiales de la gasolina y el petróleo nunca fueron el origen del problema, sino una escasez que ha llevado a que los transportistas particulares dependan del mercado negro para trabajar sin interrupciones.

Como Zayas, la mayoría de los boteros ruedan en añejos almendrones que consumen diésel. “Por la izquierda” el litro de petróleo fluctúa entre los 250 y 300 pesos, mismo rango de........

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