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Víctimas y verdugos: Deportados del Escambray y la vigilancia en Sandino

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24.07.2024

LA HABANA, Cuba.- En su libro El Imperio, el polaco Ryszard Kapuściński (1932-2007), una de las más grandes plumas del periodismo, dedica un capítulo a la visita que realizó en 1991 a Magadán, ciudad del extremo oriente de Rusia que durante la tiranía de Stalin fue el principal centro de tránsito de los presos (laguerniks) enviados a los campos de trabajo forzado (gulags) y por donde se exportaba el oro y otros minerales extraídos por ellos en Kolymá.

Refiere Kapuściński: “Se camina por las calles de Magadán a través de altos pasillos abiertos en la nieve. Son muy estrechos. Al encontrarse con otra persona, hay que detenerse y dejarla pasar. A veces me topo cara a cara con un hombre mayor. Y siempre, sin ninguna excepción, tengo que contenerme para no preguntarle: ‘¿Y usted qué fue, verdugo o víctima?’ ¿Por qué me intriga y me corroe tanto esta pregunta? ¿Por qué no soy capaz de mirar a estos hombres de una manera natural, desprovista de esa pertinaz e insidiosa curiosidad? Pero, si a pesar de todo, me armase de valor y le hiciese esa pregunta y él se mostrara sincero, oiría en respuesta: ‘Tiene delante las dos cosas, verdugo y víctima’.

Sobre el siniestro mundo de los gulags, descrito por Varlam Shalámov (Relatos de Kolimá) y Aleksandr Solzhenitsyn, explicaba Kapuściński: “En muchos casos no se podían separar los dos papeles. Alguien primero pegaba a otros en su calidad de oficial interrogador, después lo metían en la cárcel y le pegaban a él, cumplida la condena, salía y se vengaba, etc. Era un juego de pesadilla del que todos salieron perdedores”.

Conozco casos de policías y guardias de prisiones (que desde los tiempos de las UMAP suelen ser militares castigados) que terminaron en la cárcel. Y cuentan, cuando salieron, que fue un infierno. El mismo infierno de maltratos y humillaciones al que un día, creyéndose impunes, sometieron a los reclusos. Lo menos que les pasó fue que les dieran comida podrida para que no se la pudieran comer, la dejaran y pudieran los guardias utilizarla para el sancocho de los puercos.

La pregunta que intrigaba y corroía a Kapuściński, su “pertinaz e insidiosa curiosidad”, me recordó la de........

© Cubanet


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