El marxismo contra la izquierda “woke”
¿Por qué resulta molesto Fusaro? Pues hay que reconocerlo, el filósofo italiano Diego Fusaro (Turín, 1983) es molesto a diestra y siniestra, nunca mejor dicho.
A diestra, pues éste hombre, pensador joven y tenaz, dotado de una vasta formación clásica y filosófica, un hegeliano-marxista de pura cepa, viene a España con sus libros y con sus visitas y nos recuerda que el liberalismo ha sido la peor catástrofe sobrevenida sobre Europa y el mundo entero.
Fusaro resulta molesto a diestra, en efecto, porque el sistema capitalista, como sigue denunciando un marxista consecuente, es en sí mismo un crimen y una ofensa a los pueblos de la Humanidad, y el respeto a la propiedad privada o a otros derechos civiles tenidos por básicos (y que el liberalismo pretende monopolizar erigiéndose como único dueño del discurso) no tiene nada que ver con dar la aprobación al turbocapitalismo, esto es, comulgar con el proceso cibernético, globalista y de alta financiarización, que hoy domina la economía del mundo. Fusaro es incómodo, demasiado marxista a diestra, para las derechas, excesivamente crítico con las trampas ideológicas de una derecha atlantista, neoliberal, globalista.
A siniestra también resulta molesto.
Es molesto a siniestra, porque una izquierda acomodaticia, sistémica dentro del capitalismo, perfectamente integrada en él y funcional con él, no soporta que alguien le saque los colores. Fusaro nos recuerda que el liberalismo ha infectado de lleno a todo Occidente, y la infección consiste en fatalizar la existencia, aceptar el dominio del Capital como único, inmarcesible, inapelable.
A la izquierda hay firmes defensores de ese Nuevo Orden que pretende ser liberal o neoliberal pero que en realidad tiende descaradamente hacia el totalitarismo incluso en aquellos países occidentales que deberían haber acumulado inmunidad histórica contra él, dado su pasado. A siniestra nos encontramos con los colaboracionistas. Con esa izquierda dispersa en "causas particulares" que ha perdido de vista por completo el aserto de Hegel, y que todo marxista debería hacer suyo, aserto tremendo según el cual "la verdad es el todo".
Si una izquierda acomodaticia, neoliberal en su fondo y en su forma, cuando no servil y mamporrera al servicio del Capital, no hace suyo el punto de vista de la totalidad, lógicamente no podrá ver en Fusaro lo que éste autor nos trae: una impugnación in toto del Sistema del Señor (el Capital).
Avergonzada, la izquierda posmoderna lanza por su parte una impugnación de la propia actitud y la propia razón de ser de Fusaro.
Fusaro es incómodo, cuando no visto como un ser despreciable a diestra y a siniestra, molesto para las dos patas sobre las que se levanta el bípedo
Leviatán del turbocapitalismo mundial, la pata liberal y la progresista.
(1) Veámoslo primero en el contexto econonómico-social e ideológico de la izquierda española.
(2) En segundo lugar, veamos el "caso Fusaro" en el contexto peculiar de eso que se ha llamado "anti-fascismo", esto es, el comodín totalitario del que se sirven elementos pro-capitalistas que usurpan los símbolos identitarios y las tradiciones de la izquierda para mantener en orden a sus filas y que no se vuelvan contra el Capital, que es quien paga y exige obediencia al fin y al cabo. Por tanto, mi ensayo incluye estas dos partes.
Vaya la advertencia por delante: no soy ningún experto en Fusaro. Muchas obligaciones y líneas de trabajo distintas me han mantenido apartado, al menos por el momento, de múltiples e importantes obras del autor italiano. No obstante, he sentido la necesidad de traducir o impulsar la edición de distintas obras suyas en español. Diversas recopilaciones de artículos han tomado forma de volúmenes que han aparecido en editoriales como EAS, ICP Ediciones y Letras Inquietas, por no hablar de diversas publicaciones de artículos sueltos suyos traducidos, así como entrevistas para diversos medios digitales y en papel.
Mis modestas iniciativas, que se suman a las de otras personas de El Viejo Topo y otros medios a los que ahora mi memoria no alcanza, no me invisten de una autoridad especial a la hora de escribir sobre Fusaro. No soy un especialista en él, simplemente me veo como uno de sus camaradas en la lucha contra el neoliberalismo salvaje, compañero en el esfuerzo de rescatar figuras señeras de la Filosofía (Hegel, Marx, Gramsci, Preve), a las que yo añado otras muy poco "correctas" políticamente hablando (p.e. Spengler). Son figuras que espero nos sirvan para crear un bloque popular contrahegemónico. Como el italiano, he dejado de tener respeto por la mojigatería izquierdista que prohíbe tratar ciertos temas tabú (la invasión silenciosa de Europa, las aberraciones de la ideología de género, el otanismo discreto y secreto de la izquierda europea mayoritaria…).
Desde un punto de vista mucho más filosófico me parece refrescante su abandono del "materialismo". En las coordenadas del siglo XIX alemán, marcado por Hegel y por el idealismo, y también en el contexto del positivismo triunfante en el resto de Europa, nada tiene de extraño el materialismo adherido a los planteamientos de Marx. En el ámbito español, doy por conocidas mis polémicas (no deseadas por mi parte) con el pretenciosamente llamado "materialismo filosófico" de Gustavo Bueno y sus discípulos. Baste recordar aquí que mi tesis es que una ontología pre-critica y un realismo metafísico, del estilo de los reivindicados por Bueno, no son imprescindibles en el marxismo. La crítica afilada al capitalismo hecha por Marx, su comunitarismo, de lo más exquisito y clásico, están más cerca de Aristóteles y del idealismo germano que de cualquier "materialismo" que se quiera considerar. En suma, coincido con Preve y Fusaro en que al marxismo no le hace falta ningún "materialismo filosófico". La vigencia de un Marx necesario como arma anti-capitalista al servicio de los pueblos y en manos de las clases explotadas no es la de un pensador "materialista", sino más bien la de un insigne sucesor del idealismo alemán.
Evidentemente, las líneas que siguen son fruto de una reflexión muy personal, en el doble ámbito de mi propia biografía intelectual y de mis experiencias (filosóficas y cívicas) con la "izquierda española", de una parte, y, de forma más estricta, de mis conexiones intelectuales y editoriales con el "caso Fusaro".
1. En el contexto económico-social de la izquierda española.
Mi propia experiencia vital, como he dicho, y ese juez implacable que es el tiempo, me llevan a afirmar que antes que un "caso Fusaro" hay que hablar de un "caso izquierda española". Esa izquierda es la piedra de escándalo, y no el filósofo italiano hacia el que apuntan tantas iras e insultos. Hay que entender el caso históricamente, como es lógico.
Todo el relato que se ha montado sobre la oposición al régimen de Franco y el pretendido protagonismo de la izquierda española a la hora de presionar al sistema en dirección a reformas democráticas, se ha ido desmoronando con el propio devenir, con el despliegue de los hechos, que es el verdadero juez implacable.
Lo cierto es que el "búnker" franquista tardío no era sólido y los políticos centristas y conservadores, que antes habían mostrado ser franquistas de pro hasta sus médulas, veían ya muy viejo al dictador y eran muy deseosos de cambios y reformas liberales. Los franquistas en su mayoría optaban por el oportunismo. El Vigía de Occidente, el imperio yanqui, les apoyó, pues éste había decretado la no continuidad formal con el régimen dictatorial y forzó una apertura "homologada" de España, una equiparación con las otras democracias formales de Occidente. A la altura de 1970, los regímenes autoritarios del sur de Europa, si bien eran declaradamente occidentales (esto significaba que eran aliados de los E.E.U.U.) y anticomunistas, podrían acabar dando problemas al Imperio. ¿Cómo? Un estallido popular ante medidas represivas exageradas por parte de las dictaduras mediterráneas podría desencadenar una espiral no deseada para el yanqui, un rosario de conflictos por causa de medidas aún más represivas llevadas a cabo por estos regímenes militares o autoritarios, generando un escenario que podría dar lugar a sorpresas, abriendo contextos potencialmente subversivos que inclinaran a España, Portugal o Grecia en la dirección de convertirse en democracias populares, gobiernos populistas poco amistosos con el yanqui, inestabilidades geopolíticas, auge de los comunistas, etc.
Sin embargo, junto a la debilidad del "búnker", minoritario ante el auge de franquistas oportunistas, no era menor la debilidad de la izquierda española organizada y la falta de conectividad de ésta con las masas. Muchos años de clandestinidad, una desigual penetración de la fuerza opositora más organizada, que era el PCE (desigualdad que dependía del grado de industrialización de las distintas regiones y comarcas de España), la propia eficacia del aparato represivo, todos estos factores, en suma, no permitían augurar ningún levantamiento de las masas contra el franquismo en la época de vejez del Caudillo sin que la represión se diera en grados muy virulentos, y máxime cuando las masas habían llegado a niveles de consumo cada vez más homologables con Europa. El terrorismo y la amenaza golpista fueron instrumentalizados desde el exterior, pero la sociedad española era muy inerte. Se idealizaron mucho, en la transición, las "movidas" universitarias y las tensiones callejeras vascas, pero las fuerzas represivas del Régimen sólo tenían verdadero miedo cuando entraban en las cuencas mineras asturianas. Que fueran los sectores más oportunistas del propio franquismo, en connivencia con una socialdemocracia casi inexistente, no menos oportunista, formada ante todo por exiliados, intelectuales sin arraigo en la calle ni en la fábrica, así como agentes extranjeros que querían nuevas oportunidades de negocio, me parecen elementos clave para entender la soledad de un Partido Comunista de España el cual tuvo que ajustarse a la realidad y redimensionarse en el mismo momento de ser legalizado.
El Partido Comunista ya era de por sí un partido liderado de forma socialdemócrata, con tesis "eurocomunistas" que, no obstante, jamás servirían para tranquilizar a la derecha y extrema derecha. Cuando se dispuso a concurrir en elecciones formalmente libres, y a poner en práctica su lucha por la hegemonía, se encontró con el nicho ecológico ocupado por otras especies. Y esas especies, bien regadas por dinero extranjero, tanto legal como oscuro, fueron las especies del PSOE y las de diversos grupos independentistas o nacionalistas que negaron el pan y la sal a los (casi) únicos que habían mantenido una línea opositora (clandestina) a Franco, los comunistas.
Con la caída del Muro, y el famoso "desencanto" que la izquierda se llevó tras años de felipismo (años de feroz neoliberalismo que desmanteló la industria y, con ello, la combatividad obrera), el destino del PCE ya venía marcado. Las "masas", cuya acción precisaba de una vanguardia que las dirigiera, simplemente ya no existían. Se habían desmovilizado o aburguesado. Había sido indoctrinadas en la cultura consumista pasiva: sumidas, como diría Gramsci (y hoy repetiría Fusaro) en el fatalismo. Para empezar, ya no eran masas en el sentido clásico. Se pudo ver con las reconversiones, y yo mismo lo he experimentado en mi época de estudiante en la antaño industrial y obrera ciudad de Gijón. La cultura del trabajo se destrozó deliberadamente por medio de la política combinada de palos y pelotas de goma de los antidisturbios, prejubilaciones y prebendas a los líderes sindicales y a los afiliados colaboracionistas, cataplasmas y opiáceos abundantes en forma de cursillos de formación, pagas y recolocaciones en entidades improductivas y ornamentales que, esas que con el andar de los tiempos se llamarían ONGs.
Y ahora viene la mutación. El nicho natural para una izquierda española que, primero, fuera la legítima heredera de la oposición a Franco y, después, se alzara en el bloque opositor a la deriva neoliberal iniciada por el felipismo (y que refrendará el Partido Popular cuando y donde tocó el poder) ya estaba ocupado al margen de los comunistas. Estos se encontraron con el nicho ocupado y con la cabeza llena de mitología........
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