Han muerto las Águilas Blancas
Han muerto las cinco Águilas Blancas que por miles de años anidaron en las crestas más elevadas de los Andes venezolanos. Las que “habían caído del cielo estrellado en una época muy remota y cuyas plumas brillaban a la luz del sol como láminas de plata”, como lo señalara Tulio Febres Cordero en su mítica leyenda de 1895.
“Las misteriosas aves revolotearon por encima de las crestas desnudas de la cordillera, y se sentaron al fin, cada una sobre un risco, clavando sus garras en la viva roca. Se quedaron inmóviles, silenciosas, con las cabezas vueltas hacia el Norte, extendidas las gigantescas alas en actitud de remontarse nuevamente al firmamento azul”
“Caribay corrió hacia ellas para arrancarles las codiciadas plumas, pero un frío glacial entumeció sus manos: las águilas estaban petrificadas, convertidas en cinco enormes masas de hielo”.
Cinco enormes masas de hielo coronaban la Sierra Nevada de Mérida a inicios del siglo 20, hace apenas 124 años. Cubrían carca de mil hectáreas, unos diez millones de metros cuadrados. Allí permanecieron durante al menos 120.000 años, majestuosas, imponentes, eternas. Por ellas, Mérida se conocía como “la ciudad de las nieves eternas”.
Las cinco águilas blancas eran los picos nevados, nombrados por los descendientes de la india Caribay “la primera mujer entre los indios Mirripuyes, Hija de Zuhé, el Sol, y de Chía, la Luna” como: Bolívar, el más alto y majestuoso; los picos Humboldt y Bonpland que forman La Corona; el León, la Concha y el Toro.
Hoy las cimas de los Andes venezolanos se encuentran desnudas. Las Águilas Blancas han remontado al firmamento, sin retorno. Ya no brillan sus plumas ni agitan sus alas. En su apresurado vuelo dejaron un minúsculo pedazo deshilachado de una de sus plumas, en acelerado estado de descomposición. Un pedazo de tres (3) hectáreas, el 0,3% de las cumbres nevadas que una vez existieron. Una agonizante reliquia al pie del majestuoso pico Humboldt. Una anomalía climática que se resiste a desaparecer. Un doloroso recordatorio del majestuoso glaciar La Corona, otrora protegido bajo las alas del Águila Blanca más gigantesca e imponente, con una garra clavada en la roca del pico Humboldt y con la otra en el pico Bonpland, protegiendo la mitad de todas las nieves eternas de entonces en los Andes venezolanos.
A la tasa actual de ablación, este minúsculo y moribundo remanente del glaciar La Corona desaparecerá en unos cinco (5) años.
La desaparición de los glaciares de Venezuela, al igual que........
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