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El planeta deseado

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23.04.2024

La tecnología obligó a los terrícolas a cambiar la visión del mundo, ya las cosas no suceden tal como ocurría en siglos pasados. Quienes nacimos a mediados del siglo XX miramos con asombro ciertos cambios inimaginables, como por ejemplo la desaparición del telégrafo, de los teléfonos de disco, los picó o equipos de sonido, los diccionarios, las enciclopedias, la pluma fuente, los atlas y unos cuantos artilugios que eran parte de nuestra cotidianidad. Hoy, por ejemplo, un individuo sentado frente a un laptop puede conseguir información, al instante, del genocidio del pueblo palestino, de la guerra de Ucrania, EEUU, UE y la OTAN contra la Federación Rusa, de un tsunami en Indonesia, de una epidemia en la India, de igual modo, de cualquier suceso acaecido en sitios tan alejado como Baskorcostán, Ulán Bator, Chengdú, o una región, por muy remota, donde se esté generando alguna noticia. Algo imposible hace 30 años. En este siglo XXI estamos cerca de otro país lejano con solo con pisar una tecla del laptop.

Es por eso que los jóvenes de esta modernidad no pueden tener la visión del planeta tal como lo miraban los nacidos a mediados y a finales del siglo XX. Ya no le podemos pedir a un nieto que su vida se fundamente bajo los patrones morales y valores conocidos en épocas próximas pasadas. Hasta el concepto del hijo o descendencia no se corresponde con lo esperado en siglos ya transitados. A manera de ejemplo, en las sociedades primitivas los hijos varones eran una necesidad para ayudar al padre en el pastoreo, en la recolección agrícola, en la caza o en la pesca, dependiendo en la zona geográfica donde se desenvolvieron los grupos humanos. Las hijas también tenían que ayudar a la madre en el mantenimiento de la tribu o la choza, tal como la preparación comida, la elaboración tejidos, alguna que otra siembra, la recolección de cultivos y otras actividades vinculadas con el hacer de una mujer que estaba perfectamente delimitado.

Cuando surge la monarquía los hijos eran un bien o una cuestión de estado. Si era el primogénito o la primogénita ya tenía arreglado el casamiento con otro noble, inclusive antes de nacer. Los otros hijos de los aristócratas, los segundones, eran necesarios y nombrados caballeros para ampliar los ducados, los marquesados, el condado o en general para el crecimiento........

© Aporrea


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