La vergüenza ajena
Del mismo modo que el miedo del tartamudo es volver al principio de la página que trata de leer, el miedo de quienes nos dedicamos a esto de contarles a ustedes lo que pasa es la repetición. Que ustedes acaben por decir: ya está otra vez este pelma con la misma matraca de siempre. Y que pasen a otra cosa.
Esta madrugada encontré un espléndido artículo publicado en este periódico por Antonio Sanchidrián cuyo título es “Otra bronca en el Congreso: la misma vergüenza ajena”. Me puse a leer. Es una descripción perfecta de lo que sucedió el miércoles pasado en el debate parlamentario. El paternalismo frailuno, un poco perdonavidas, de Sánchez, que pasaba “del mastín ladrador al cuentacuentos infantil”. Los gritos y la chulería de Casado, “siempre una marcha por detrás”. Arrimadas que hace lo posible por no ahogarse. “Todo a gritos. A mala leche. A la búsqueda del eslogan barato”, decía Sanchidrián. Me extrañó algún nombre algo descolocado, pero me dije: caramba, qué bueno, qué bien ha resumido el debate, o lo que fuese aquello. Solo al final me di cuenta de que ese artículo se publicó el 16 de septiembre del año pasado. Y parecía escrito ayer.
Estamos dando vueltas. Siempre es igual. Los de la tele podrían pasar, el miércoles que viene, cualquier debate de hace seis meses o un año, y difícilmente se enteraría nadie. Las expresiones son las mismas. Los insultos también. Los tonos, los gestos, los ademanes peculiares de cada cual; las imprecaciones, las descalificaciones, las interrupciones de la claque para aplaudir al suyo. Todo igual, semana tras semana. Lo mismo que a los críos de hoy les encantaría ver a........
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