El Rey señala el camino que el Gobierno no puede recorrer
Desde que es Rey, Felipe VI ha sabido integrar y hacer suyas en sus discursos navideños las principales preocupaciones de los ciudadanos. Lo suele hacer con la delicadeza que exige la circunstancia, pero sin eludir los verdaderos problemas que en mayor medida afligen a los españoles. En esta ocasión el monarca ha querido aprovechar dos efemérides trascendentales de la reciente historia de nuestro país para revindicar las fortalezas que nos devolvieron al primer plano internacional tras décadas de una ominosa dictadura y señalar como elemento irrenunciable, presente y futuro, nuestra vocación europea.
El 50 aniversario de la muerte de Franco y 40 de nuestra incorporación a la entonces denominada Comunidad Económica Europea (CEE), le han servido en esta ocasión al Rey para trazar el retrato de una España que se subió en marcha a la locomotora del progreso a partir de sólidos consensos creados con altas dosis de renuncia y generosidad, y para advertir de lo que podemos perder si no recuperamos la vocación y el espíritu de construir un futuro común desde la tolerancia, el diálogo y el respeto al contrario.
Es la esperanza acompañada de un moderado optimismo el elemento que mejor describe el tono y el lenguaje utilizados por el Rey en estos discursos. Pero esta vez, al confrontar la Transición con el presente, lo que parece desprenderse de sus palabras, algunas de una inusual dureza, y en abierta sintonía con la percepción mayoritaria de los españoles, es una gran inquietud por la actual situación del país.
Felipe VI ha recordado que la Transición fue "un ejercicio colectivo de responsabilidad" en el que quienes la protagonizaron "supieron salvar sus desacuerdos" para construir un proyecto común. Aquel "coraje de avanzar sin garantías, pero unidos"........





















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