Durante más de 30 años, mi mamá fue profesora de preescolar y primaria. Por su salón pasaron cientos de niños y niñas que la recuerdan con cariño por sus chistes, por sus clases de ciencias, inglés, matemáticas, por sus talleres de arte y manualidades. Personalmente, tuve la fortuna de tenerla como directora de grupo en primero de primaria, donde conocí a una mujer paciente y profesional que usaba técnicas nuevas y creativas para asegurar que sus alumnos entendieran, aprendieran y pudieran poner en práctica lo aprendido. Durante el día era la profesora y yo uno más de sus alumnos. En la casa volvía a ser mi mamá; la que jugaba conmigo, la que me enseñaba a cocinar, con la que veía películas y me reía. Pedirle permiso a mi mamá no era sencillo, todo debía estar plenamente justificado, y creo que fue con ella con quien aprendí a argumentar, a exponer mi punto de vista y, por supuesto, a asumir las consecuencias de mis acciones. Siempre encontré una voz de aliento cuando estaba desanimado y una voz firme cuando me debía corregir. No me alcanza esta columna para expresar todo lo que he podido aprender de mi mamá.

En esta última temporada, hemos tenido que acompañarla en una larga despedida. La afasia, una condición que afecta la capacidad de comunicación verbal y escrita, ha venido deteriorando, de forma progresiva, su capacidad para expresar pensamientos, emociones e ideas, y para entender y conectar con los demás. Aunque hoy no podemos conversar, sigo aprendiendo de ella todos los días. Gracias a este proceso, he podido entender la importancia de generar conciencia sobre la salud mental y sobre el rol de los familiares en el apoyo a quienes padecen este tipo de condición que, muchas veces, sufren en silencio. La frustración, la ansiedad y la depresión son emociones comunes que pueden surgir en aquellos que luchan por expresarse y ser comprendidos. Para los cuidadores y familiares, el desafío de adaptarse a nuevas formas de comunicación y de comprender las necesidades y deseos del paciente puede ser abrumador y desgastante.

Haber vivido esto de cerca, me ha permitido entender que no todo es como parece y que muchas veces, la procesión va por dentro. Tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestra salud mental y, en lo posible, debemos estar atentos a las señales de alarma en quienes nos rodean para apoyarlos. No todos tenemos la formación requerida para atender de forma profesional a quien lo necesite, pero si podemos estar presentes, con empatía apoyando a quien pueda necesitar ayuda.

Buscar ayuda también es importante, y más importante aún, es poder hacerlo a tiempo. Gracias mamá por seguirnos enseñando, aunque ahora sea en silencio.

QOSHE - Enseñando en silencio - Hernán Clavijo Granados
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Enseñando en silencio

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21.04.2024

Durante más de 30 años, mi mamá fue profesora de preescolar y primaria. Por su salón pasaron cientos de niños y niñas que la recuerdan con cariño por sus chistes, por sus clases de ciencias, inglés, matemáticas, por sus talleres de arte y manualidades. Personalmente, tuve la fortuna de tenerla como directora de grupo en primero de primaria, donde conocí a una mujer paciente y profesional que usaba técnicas nuevas y creativas para asegurar que sus alumnos entendieran, aprendieran y pudieran poner en práctica lo aprendido. Durante el día era la profesora y yo uno más de sus alumnos. En la casa volvía a ser mi mamá; la que jugaba conmigo, la que me enseñaba a........

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