Roberto subió al trono en 1309, un período marcado por conflictos internos y externos. Aunque intentó consolidar su poder, su indecisión y falta de habilidad administrativa llevaron a su derrocamiento en 1343.

A lo largo de la historia encontramos numerosos ejemplos de líderes cegados por el poder que se aferraron a sus tronos a pesar de su incapacidad para gobernar. Roberto I de Nápoles es un excelente ejemplo de un gobernante cuyas malas decisiones y autoritarismo llevaron a la caída de su reino. Su gobierno estuvo marcado por demoras, falta de inteligencia y abusos de poder que recuerdan lo que todavía vemos en la política moderna, incluso en organizaciones cuya misión es altruista y humanitaria.

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